Los grupos, ¿una alternativa para la salud mental?

Por Enrique Cortés:

Si vivimos en un momento histórico particular, ¿qué significa hablar de salud mental en dicho lapso de tiempo?, ¿de qué salud mental se habla?, ¿acaso equivale al concepto de salud mental postulado desde el discurso médico o, en su defecto en las ciencias sociales éste se ha transformado?

Asistimos a una época donde el lazo social sufre profundas fracturas, éstas constantemente denunciadas por el colectivo, el cual a su vez sufre un evidente y significativo malestar, no sólo por las exigencias de la cultura respecto a la restricción de la satisfacción de sus pulsiones, sino también por el profundo desequilibrio entre lo que esta demanda y lo que otorga.

La conciencia histórica revela los diferentes ámbitos desde los cuales los sujetos se ven profundamente afectados y vulnerados en todos sus derechos y posibilidades: lo económico, lo político, lo laboral, lo recreativo, la libertad, la violencia. Es de aceptación universal en las diversas disciplinas que se ocupan del carácter de lo humano, cómo éste se hace, cómo se estructura y en ese estructurarse el contexto, el lenguaje, la cultura y todo lo que ella involucra hace sus grandes aportes; así el nacimiento, el ingreso a la cultura por parte del niño y adolescente constituye un acto fundamental que marca la existencia del sujeto tanto en su parte interna en la estructuración psíquica y la representación de imaginaria de los otros, como en la externa en la relación con el semejante.

Freud en su texto: El malestar en la cultura propone como los síntomas más peculiares del sujeto tienen cada uno parte de sus condiciones en la civilización, y complementa diciendo que “al bárbaro le resulta fácil ser sano; para el hombre de cultura es una tarea dura”.

En estos momentos, ¿qué significa hablar de salud mental?, ¿de qué salud mental se habla?, ¿de cuáles espacios dispone el colectivo para la promoción de la salud mental y prevención de los factores de riesgo que afectan la salud mental? ¿Con qué técnicas de intervención se cuenta hoy para la promoción de la salud mental?, ¿es acaso el grupo un medio privilegiado para lograrlo? ¿Qué medios tiene el grupo para contribuir a la salud mental de quienes participan de

la experiencia grupal?, ¿cuáles enfoques grupales posibilitan la construcción de la palabra, del discurso grupal para mejorar la salud mental?

La historia nos muestra como el hombre no puede prescindir del vínculo con otros para diversos fines, oscilando así entre lo individual y lo grupal, por tanto los grupos siempre han existido, y esto se evidencia en diversos contextos: en la mitología, en la religión, en la política, en la familia, en la economía y en la ciencia, entre otros.

A partir de la orientación psicoanalítica diversas líneas de trabajo grupal se estructuran, toman auge y empiezan a ser utilizadas en el trabajo con los grupos, cada una de ellas retoma los desarrollos teóricos considerados fundamentales para explicar los fenómenos allí presentados. Algunos autores conceptualizan al grupo como la reproducción transferencial de los vínculos emocionales dados en la vida familiar de sus integrantes, consistiendo el trabajo en el esclarecimiento de los verdaderos lazos transferenciales desplazados a los integrantes y al terapeuta, repitiendo lo ocurrido en el grupo familiar primario.

Nosotros, desde el PSICODRAMA FREUDIANO, retomamos el lugar que ocupa el psicoanalista en el proceso analítico e intentamos en el grupo, desde la coordinación, que emerja la palabra de sus integrantes y se dé la construcción grupal a partir de la palabra propia de éstos poniendo en juego su subjetividad y su verdad. Dicha orientación logra un efecto diferente en sus integrantes al no convertirse el coordinador en amo y posibilita, a la vez, la restitución de su lugar como sujetos en un contexto grupal, reconociendo su forma singular de concebir y explicar la relación consigo mismo, con los otros y con el mundo.

También las intervenciones de los otros miembros del grupo y las significaciones devenidas de ellas, producen un efecto de resonancia en los demás que les lleva a ampliar el marco referencial de su mundo; a considerar otras interpretaciones de los conflictos objeto de análisis en la vivencia grupal; a obtener otros aprendizajes que los conducen a considerar los suyos para modificarlos o reafirmarlos, igualmente a considerar la parcialidad de sus concepciones y por tanto, lo poco funcionales para explicar la realidad y lograr una acomodación más adecuada a ella.

Es innegable entonces, como el grupo a partir de la palabra, de las significaciones que allí circulan y considerando las particularidades de los sujetos que intervienen, posibilita un alivio a las dificultades propias de lo humano, constituyéndose en un medio que ayuda a la salud mental, entendida no como la ausencia de enfermedad sino como la opción de cada sujeto en particular y de la comunidad en general de vivir y buscar una forma menos conflictiva y angustiante para estar consigo mismo, con los otros y con el mundo a nivel psicoemocional, que aún siendo inestable, porque vivir ya lo es,

no le acarree más sufrimiento que el inherente para conservar cierto equilibrio que le permita enfrentar y resolver las nuevas circunstancias que le depara su realidad.

Al respecto una madre participante comenta: “estoy muy feliz ya que mis hijos tienen en cuenta lo que les digo y es que llego más tranquila, más relajada y me pongo a hablar con ellos y me escuchan”. Lo registrado no significa que el manejo de dicha escena sea siempre igual en otros momentos, pero le brinda un elemento de diferenciación al sujeto para ser objetivo y mirar los efectos de su posición, aún sin tocar aspectos profundos de su estructura psicodinámica, lo cual implicaría un trabajo en otro nivel y de corte psicoterapéutico. (Hablo aquí de grupos no terapéuticos)

Escuchar y reconocer la posición de sus pares: reconocerse en el discurso grupal como sujeto particular cuya historia de vida determina su singular posición y evidenciar la trascendencia de los lazos de solidaridad en el vínculo y construcción de saberes. “Ahí todas fuimos importantes, ninguno sabía más que los otros”. El trabajo grupal posibilita asumir una actitud más responsable frente a las vicisitudes que cada sujeto enfrenta consigo mismo y con otros. Mayor seguridad para expresar las ideas y las opiniones respecto a los temas trabajados, confrontando así su posición.

Reconocerse, considerar nuevos puntos de vista, flexibilizando la rigidez del pensamiento a partir de la exposición de los saberes de los otros participantes. “Esto es compartir ideas, decir las cosas, lo que uno siente es muy difícil, pero uno cae en cuenta de muchas cosas que no sabía o no entendía”.

En un grupo de mujeres, una argumenta: “es muy enriquecedor, se encuentran soluciones a los problemas, pues a veces una se ahoga en un vaso de agua y luego las ideas le salen”. Para algunas mujeres que aún continúan en posición de objeto y no de sujeto en la relación con el otro, les brinda la posibilidad de cuestionarse su actitud y encontrar una posibilidad donde son escuchadas y esto parece incrementar un sentimiento de valoración personal: “Nunca había tenido oportunidad de hablar y decir lo que pienso, se siente mucho susto, pero luego surge la confianza”. Otra continúa diciendo: “una se va como embellecida para la casa”.

Reconocer el conflicto como una dimensión propia de lo humano y relativizar el malestar y el sufrimiento. “A veces hay dificultades en la familia y pensamos que no le está pasando sino a uno y en el momento que comparte estas situaciones y experiencias con otros, se da cuenta que todos tenemos problemas y hasta similares y esto ayuda por que la solución la puede encontrar también ahí”. Igualmente permite reconocer a otros las dificultades que manejan respecto a la participación y cómo esto los afecta en el vínculo con los otros.

La experiencia grupal promueve espacios de reflexión colectivos que permiten repensar la cotidianidad y fortalecerse para enfrentarla. A la familia ingenuamente se le responsabiliza de los conflictos psicosociales existentes hoy, el espacio grupal permite reconocer otros aspectos que también contribuyen a éstos y además que expresen los elementos subjetivos que se juegan en la interacción familiar que apuntan a crear el conflicto y así reconocerlo para enfrentarlo.

Resulta evidente para los propósitos de este texto como retomando elementos de orden conceptual sobre los grupos y los correlatos de experiencias de quienes se inician en su formación en Psicodrama Freudiano, hay un enorme potencial por redescubrir en torno al acercamiento entre los grupos y la salud mental, justamente en una coyuntura como la que hoy se presenta en los múltiples escenarios de la vida cotidiana.

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