Entradas y salidas del Análisis II

La última vez estuvimos viendo las condiciones que se tienen que dar para que haya una entrada en análisis y nos quedamos hablando del diagnóstico, comentamos la neurosis y como hacen para mantener al deseo a ralla.

En cuanto a las psicosis, hay que estar atentos a las no desencadenadas, hay que estar atentos a los fenómenos elementales; ya que en estos casos nos podemos encontrar con sujetos psicóticos cuya existencia puede transcurrir, sin ninguna crisis apreciable, pero siempre pivoteando ante un punto de inestabilidad de equilibrio. En un momento inesperado, puede verse convocado súbitamente el significante que falta (NdP), lo que puede suceder por uno de esos encuentros cruciales en la existencia: el amor, la sexualidad, la autoridad, la muerte… En esos momentos, el sujeto desfallece.

Antonio era un camionero que se jubila; un día se va a pasar la i.t.v. y al entrar al coche se queda mirando y ve que le han cambiado el volante; llega a casa y se lo cuenta a su mujer; al día siguiente percibe que ni el volante ni el cambio de marchas… finalmente dice “este coche no es el mío, me lo han cambiado”. La mujer nos cuenta que había cogido la manía de pasarse horas delante de la ventana de la casa mirando el coche aparcado en la calle; de vez en cuando lo cambiaba de sitio.

Viendo que la cosa no mejoraba y ante la preocupación de la familia, viene a verlo un hijo suyo, mecánico de la mercedes; aquí en el lugar de Otro; y él le dice lo mismo que todos pero al día siguiente viene a consulta disculpándose y diciéndome que no se explica cómo ha podido pensar eso.

Entonces ante un acontecimiento de la vida, en este caso la jubilación, y al no poder sostener su ser se desencadena la psicosis, produciendo un primer movimiento de suspensión de significación, apareciendo el vacío, la detención del pensamiento, la perplejidad y la extrañeza; en un segundo momento aparece la alucinación. Esta alucinación tiene como objetivo colmar el vacio de significación y perplejidad en que está asumido el sujeto. El tercer movimiento lo constituye el delirio.

En la psicosis nos encontramos con una falta de historización, si bien las coordenadas del  desencadenante pueden ser ubicadas, biográfica y cronológicamente en la historia del sujeto.

Entonces sabemos que para la psicosis existe un momento de desencadenamiento que constituiría su inicio el cual es precedido por un momento denominado prepsicótico.

El momento prepsicótico ya forma parte de la psicosis, este puede ser un primer momento, anterior al desencadenante o puede permanecer como una psicosis no desencadenada, y es entonces cuando hay que atender a otros fenómenos secundarios: fenómenos elementales y la perplejidad.

La Perplejidad.-

Es correlativa a lo que Lacan llama experiencia enigmática cuando a consecuencia del enfrentamiento con el vacio significante surge para el sujeto la experiencia de una transformación de su mundo en la cual todos los significados que hasta entonces funcionaban para él, pierden su validez. Frente a esto el sujeto cae en un estado de interrogación y de espera en el cual empiezan a surgir los fenómenos elementales intuitivos. Frente al vacío de significanción surge para el sujeto la certeza de que eso significa algo que le concierne aunque él desconozca qué es.

Fenómenos Elementales.-

Automatismo mental.- sin tonalidad afectiva; las modalidades más destacables son la verbal (enunciación de actos, diálogos interiores, eco del pensamiento, anticipación del pensamiento, impulsiones verbales), el sensitivo (intuiciones, sin sentidos) y el motor.

Francisco Estévez (“Psicopatología de los síntomas psicóticos) establece dos condiciones del automatismo: su carácter neutro, es decir atemático y la discordancia con los afectos y el carácter no sensorial, es decir que el pensamiento extraño al sujeto no le llega por los sentidos sino por la vía del pensamiento.

Las cenestopatías o transtornos de la sensibilidad, presentan un paralelismo con el automatismo mental. Si bien podemos pensar el automatismo mental como un ruido en el pensamiento ajeno a cualquier contenido temático, la cenestopatía la podríamos pensar como un ruido sensitivo: algo ajeno a su subjetividad interfiere en su ser, en ambas situaciones.Sobre ambos, pueden construirse delirios.

Fenómenos que conciernen al cuerpo.- descomposición, despedazamiento, de separación, de extrañeza, con relación al propio cuerpo. También distorsión temporal, de percepción del tiempo o espacial.

Fenómenos que conciernen al sentido y a la verdad y que no son abstracciones. Por ejemplo experiencias inexpresables o de certeza absoluta¸ en relación a la identidad o a la hostilidad de un extraño. En definitiva cuando el paciente nos dice que puede leer signos que le están destinados a él.

También es conveniente saber que no siempre nos encontramos con diagnósticos claros, podemos tropezarnos a nivel de los fenómenos corporales, por ejemplo, con histerias en donde hay un cierto sentimiento del cuerpo como otro, también en el nivel mental y debido a la empatía histérica, se puede confundir la relación con el deseo del Otro con cierto automatismo mental e incluso tomar prestados síntomas psicóticos cuando hay un psicótico cerca. También encontrarnos alucinaciones en la histeria, aunque nada tiene que ver con las alucinaciones psicóticas. Por otro lado en la obsesión, encontramos a veces ciertas paranoias y estados de pánico que nos pueden confundir. En la perversión no nos bastará con saber de su vida sexual, podríamos confundir la perversión con rasgos perversos.

Es importante, para nosotros, saber que el diagnóstico no puede estar separado de la localización subjetiva, “que introduce, en la propia práctica analítica, la necesidad de considerar como operador práctico la categoría lingüística de la enunciación”. Esta es una buena guía.

Y ahora sabemos que las diferentes posiciones subjetivas nos marcan la manera de gozar de cada estructura; no es lo mismo el que dice: “Hago eso y lo repito”, que cuando alguien dice: “es lo que hago, pero estoy contra eso”; en el primer caso podríamos estar frente a la perversión y en el segundo frente a la neurosis.

Sabemos que hay alucinaciones en la histeria, pero frente a la psicosis donde, a pesar de no conocer todos los detalles de sus alucinaciones, la alucinación es un punto de certeza; en la histeria, si la hacemos hablar podemos escuchar que la terrible alucinación no tiene ningún punto de certeza.

El tiempo de la cura, desde Lacan, es el tiempo que hace falta para que el sujeto no sólo advenga de lo que fue y no sabe (esto sería freudiano) sino que es el tiempo que se necesita para separarse de eso que se fue, el tiempo para conocer que objeto se fue para el Otro, del cual el sujeto ha de poder separarse. Tiempo marcado por la alineación al Otro y la separación de este Otro, por medio de la separación del objeto, y el cernir lo más posible su real.

 

 

El tiempo para ver, atravesado por huellas de las más elementales a las más elaboradas. Este tiempo debe poder ser removido para que llegue a ser un tiempo vivo y llegar a producir el Inconsciente, producto de lo que el sujeto construye.

 

Después vendría el tiempo para comprender, el intervalo, en cortes, escansiones del tiempo, marcadas por el tiempo del analizante y la interpretación del analista. Los ritmos que marcan los traumatismos, construcciones del pasado para actuar sobre el futuro, tiempo de construcción del fantasma fundamental, de conocer de que se goza. Podemos decir que Freud se detiene en este tiempo con el límite de la llamada “roca de la castración”. Es el tiempo como respuesta a la estructura y es el tiempo que produce la clínica diferencial del tiempo.

 

Por último, el tiempo una vez que se han atravesado las figuras del tiempo según las estructuras y el fantasma fundamental. Es el momento del concluir y el tiempo del final de la cura analítica. El tiempo de la prisa, de la urgencia de salir, de la urgencia de la satisfacción según dice Lacan.

 

 

 

FINALES DE ANALISIS

¿Dónde encontrar la norma que fija el fin de análisis?

La pregunta por el fin del análisis puede abordarse desde una doble cara. Bien desde el plano práctico; es la que tiene que ver con el fin de la transferencia; pero hay otra cara es la clínica; esta consiste en interrogarse por la diferencia entre el sujeto tal como fue a la entrada y a la salida; es decir, la diferencia entre el sujeto a tratar y el sujeto tratado.

Es la diferencia entre el sujeto por su neurosis y el sujeto a la salida, que Lacan llama lo incurable.

Esto es importante porque no todas las corrientes van a tratar esto de la misma manera. Por ejemplo la ego-psychology una neurosis es producida por un conflicto, ellos se apoyan en la noción freudiana de conflicto, y para ello es determinante un yo débil ¿qué es lo que ellos van a colocar a la salida? Un yo más fuerte. Se trata de una identificación, se refuerza el yo débil por la vía de una identificación con el yo fuerte del analista.

Para los kleinianos a la entrada está el clivaje y a la salida está un sujeto reunificado.

Las teorías del self, especialmente winnicott, parten de un falso self y un verdadero self reencontrado a la salida; no producido sino reencontrado, como una operación de alumbramiento.

En Lacan a la entrada tenemos un sujeto dividido y a la salida…sigue estando dividido. Hay una especie de mutación que de ninguna manera hace desaparecer la división del sujeto. Lo que si nos encontramos es con un sujeto destituido que puede ser el analista.

Podríamos preguntarnos como se sitúa aquí la ganancia, lo que uno gana en un psicoanálisis; porque si uno hace un psicoanálisis espera un beneficio.

Para la ego-psychology el beneficio es de dominio, de conrol. Algo así como ser amo de mí mismo.

Para  Melaine Klein hay una especie de ganancia en la unidad con respecto al clivaje, que es la neurosis.

En Winnicott se gana en autenticidad; ellos dice: uno es uno mismo.

¿Y en Lacan?

Hay una ganancia que corresponde a la posición del sujeto. Una transformación que concierne a la posición del sujeto, pero además hay una ganancia de saber.

Con todo esto podemos pensar que en realidad, según Colette Soler, no hay una teoría del fin del análisis y además podemos preguntarnos quién tiene razón.

Si seguimos a Lacan vamos a ver que no hay una solo teoría y que además en algunos puntos se separan.

A Lacan el recorrido de la enseñanza de Freud lo lleva hasta la pulsión de muerte y al dispositivo analítico; creo que estas son dos concepciones importantes en la forma en que Lacan piensa el psicoanálisis.

El dispositivo entendido como la dupla asociación libre-interpretación.

Entonces por un lado Lacan asegura que hay logros terapéuticos y eso, paradojalmente, le asegura a Lacan que hay un Real en juego en este dispositivo.

Por eso pienso que no hay que hablar con desprecio de los logros terapéuticos, no hay psicoanálisis sin logros terapéuticos, que aunque parciales son necesarios; se necesitan de los logros terapéuticos para asegurarnos que detrás del bla,bla,bla hay un Real. Y entonces Lacan dice que lo importante, en el descubrimiento freudiano, no es el inconsciente sino la invención de un dispositivo que topa con lo Real.

Ahora me voy a centrar en Lacan y voy a nombrar tres de sus formulaciones del fin del análisis:

I.- En “Función y campo de la palabra y del lenguaje” dice: La cuestión de la terminación del análisis es la del momento en que la satisfacción del sujeto encuentra cómo realizarse en la satisfacción de cada uno… esta definición está sostenida por la elaboración de la estructura de la palabra. Es un fin del análisis donde la apuesta es el reconocimiento del deseo en lo que se juega de intersubjetividad en la palabra.

En esta línea en “Variantes de la cura tipo” está el siguiente grafo:

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De un lado está el sujeto (S), y en frente al Otro (A); el uno se remite al otro, el uno es el que habla y se representa con una flecha el movimiento de su palabra dirigida al Otro; también se representa con otra flecha pero en sentido inverso, que va del Otro al sujeto, el movimiento por el cual hace falta la respuesta del Otro para que el mensaje del uno sea hecho verdad. Es el Otro quien devuelve el mensaje por el hecho de recibirlo.

Es el Otro quien está en la posesión de ser el amo de la verdad.

La idea de un fin de análisis que funcione como reconocimiento del deseo, se apoya sobre esta estructura: que aquello que del deseo se da a escuchar va a ser ratificado de alguna manera, recibido en la circularidad intersubjetiva y por este hecho es que Lacan no se queda con esta tesis.

II.- En la “dirección de la cura” Lacan evoca otro fin de la cura; aquí ya ha abandonado por completo la idea del reconocimiento del deseo.

Es más es casi lo contrario, Lacan se apoya en la incompatibilidad entre el deseo y la palabra; aquí Lacan va a evocar la Spaltung (división) del sujeto. Lacan dice que Freud nos da en la spaltung del sujeto, la solución del análisis infinito. La diferencia es que Freud lo ve como un tope y Lacan como una solución.

Parece un poco irónico que la castración sea la solución. Lacan va a permitirse poner la solución en el imposible.

III.- La tercera está en la “Observación sobre el informe de D. Lagache”, donde Lacan va a describir un fin en tanto destitución subjetiva, realizándose como objeto, el cual va a elaborar cada vez más a partir de aquí.

Estas tres maneras de fin de análisis podemos resumirlas de la siguiente manera:

IV.- Seminario 17, donde va a dar un lugar al goce.

 

Entonces Lacan de entrada va a situar la división del sujeto y podemos pensar que todo comienza con la prueba del deseo del Otro, con la prueba de la división del Otro. Decir “del Otro” es decir de aquel que está en el lugar del Otro, de aquel que lo encarna, que en un comienzo, generalmente, es la madre, puesto que es a ella a quien se dirige la demanda.

La prueba del deseo del Otro debe entenderse en el sentido de experimentarla, de percibir la dimensión de lo que se impone como falta.

¿Por qué el deseo del Otro prueba al sujeto? lo prueba porque sacude sus pretensiones, sacude las pretensiones de su demanda, que es una demanda de amor.

¿Cuál es el anhelo del neurótico? Ser el falo. El anhelo de reducir la separación de la demanda y el deseo; pero el significante fálico inscribe esa diferencia. Por eso es que el sujeto debe descubrir que no es el falo. Esto es lo que plantea al final “de la dirección de la cura…”.

¿Dónde se hace ese descubrimiento? En el primer tiempo de la infancia, donde se trata de darse cuenta de lo que es el Otro que está delante, pero este descubrimiento también se hace en el análisis; en ambos casos este descubrimiento de que él no es el falo encuentra sus condiciones en el Otro y si eso no es así podemos hablar de incompetencia del analista.

La incompetencia materna estaría del lado de la madre que no deja filtrar el deseo, es la incompetencia en mostrarse castrada.

Pero el momento del descubrimiento de la falta de pene en la madre tiene una manera de responder. ¿Cuál es la manera neurótica de responder a lo que hasta aquí es prácticamente el camino de todo sujeto? Es un momento revelador: que el Otro falta.

Esto es una adquisición de saber. Pero el sujeto neurótico no quiere saber. Vacila entre el A y el A tachado; esta es la Primera versión del paso-vacilante de la neurosis.

En la clínica vemos como en lo imaginario  se hace un desdoblamiento de las dos figuras; el Otro omnipotente y el Otro castrado. Desde la estrategia del  deseo lo vemos en el obsesivo haciéndose garante del Otro o desde la histeria haciéndose el agente de esta barra.

La segunda versión trata sobre el goce del Otro, sobre qué es lo que quiere el Otro.

En el primer caso tenemos la posición del falo como significante que instruye al sujeto sobre la falta del Otro y en el segundo caso se cuestiona el sabe sobre el Otro.

En las dos vertientes: falta en ser y falta en saber, la posición del neurótico es recurrir a otro que es supuesto poder responder por el don de su presencia o por el aporte de su saber.

Desde aquí que podemos abordar el trauma, en tanto trauma sexual, como lo sexual es traumático en tanto tal y doblemente. En primer lugar, el saber de lo sexual es traumático porque confronta al sujeto con su división, el nombre de ese trauma es castración. El significante del saber sexual traumático es el falo, el falo que inscribe un goce en el Otro. Pero también es traumático porque hay una parte de goce que no se inscribe en ningún saber, que es un exceso respecto de todo saber. Freud ya habló de esto cuando nos hablaba del exceso de placer original en la obsesión y del exceso de insatisfacción en la histeria.

La cuestión es como tratar ese goce traumático, ese goce inasimilable en las redes de lo simbólico.

La manera de tratar este trauma es evidentemente, esa ficción que es el fantasma.

La ficción debe ser tomada como algo que es fabricado, el recurso del sujeto frente al trauma, es forjar una ficción que permita dar cuenta de este exceso, de integrarlo en el Otro simbólico.

El psicoanálisis lo que hace es poner a trabajar al sujeto hasta que ese Otro desfallece; la caída de ese sujeto supuesto saber, es la destitución de ese Otro que goza o sabe.

Al final del análisis se le deja al sujeto la carga de su división y de su castración. El efecto es un saber adquirido que hace que no se recurra al analista, hace imposible el llamado al SsS.

Hay que decir que si el Otro no existe, la Cosa existe.

 

PREGUNTAS Y ACLARACIONES:

Jacinto: Cómo dar cuenta de esta parte que no se puede atrapar por las palabras…

Enrique: Bueno, eso es de lo que voy a hablar la próxima vez.

Sole: Vas a leer la carta de la analizante que terminó su análisis.

Enrique: Si, pero la próxima vez, quiero terminar el seminario con esta carta.

Manuel: El que al final Lacan diga que el «significante no existe», no quiere decir que en el proceso terapéutico no hagamos caso a los significantes.

Enrique: Por supuesto. Los diferentes momentos teóricos de Lacan no se van excluyendo; Lacan lo que ve es que mediante el significante no se va a poder atrapar lo Real. Es ese momento en que va a apostar por la presencia «en cuerpo y alma del analista», cuando él dice que no hay análisis por Skype. El va a decir que el cuerpo del analista hace de condensador; lo veremos la próxima vez.

 

 

Enrique Cortés.

 

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