Por Enrique Cortés. Después de bastantes años en el tajo, tengo que confesar que creo en el poder curativo de la palabra y en las penalidades del silencio. Si la especie humana es hablante, donde el lenguaje es vital, tanto como respirar o comer, ¿porqué se empeñan, algunos, en hacer de ello un acto delictivo?.