(Breve avance…)
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INDICE
Prólogo por Digmar Aguilera 7
Momentos del análisis 9
Un análisis que Comienza
La Pulsión 13
Las Entrevistas Preliminares 23
Diagnóstico Psicoanalítico 43
Un Análisis que Dura
Edipo y posiciones subjetivas 55
Estructuras Clínicas: perversión y psicosis 71
Estructuras Clínicas: Neurosis 99
La histeria y el cuerpo; caso clínico 123
Acotar el Goce; estrategias clínicas 148
Un Análisis que Termina
El Fantasma y su atravesamiento 167
PRÓLOGO
El texto que tengo el privilegio de prologar es una articulación que apunta a dar cuenta del estatuto del tiempo en un análisis.
El recorrido de esta elaboración recoge la articulación freudo-lacaniana en torno a la temática y desde un primer momento se inserta en la más pura tradición que imprime el Dr. Freud al trabajar sus textos, esto es avalando sus construcciones con historiales clínicos, en el caso de este trabajo con numerosas viñetas clínicas que resaltan y sirven de soporte a las propuestas teóricas. El analista que produce este material recorre los tiempos que se transitan en un análisis, un tiempo para ver, otro para comprender y un momento para concluir. Es así que ya en las primeras aproximaciones teóricas nos encontramos con ecos del artículo: “Sobre la iniciación del tratamiento” de 1913, donde el Dr. Freud compara el inicio de un análisis con las aperturas y finales “del noble juego de ajedrez”, aquí ya el autor ubica como primer tiempo de entrada a un análisis el dispositivo de las entrevistas preliminares y su importancia para verificar la emergencia e implicación del sujeto en sus dichos, la ubicación por parte del analista de la estructura subjetiva y la instalación de la transferencia. En este momento es cuando se puede a partir de una demanda devenir sujeto.
Enrique Cortés en su exposición transporta al lector a un próximo momento del análisis donde sitúa el trabajo psicoanalítico tomando en cuenta las posiciones subjetivas en la clínica estructural y realizando una fina descripción de los mecanismos de defensa que fundan a cada una de estas, no me sorprende la agudeza de su aproximación ya que, al haber recorrido su obra desde hace años, me autorizo para afirmar su compromiso con la claridad, el orden y rigor que su pluma imprime. Uno de los logros de esta obra y que agradará al lector es la soltura para esclarecer, organizar y ubicar los recursos e intervenciones que se despliegan en un análisis, así como determinar los alcances de la ética del acto analítico en función a la singularidad y el eje temporal en el que se encuentra el trayecto de un análisis. El lector encontrará en esta obra el recorrido por los momentos que atraviesa el trabajo de un tratamiento psicoanalítico, desde la entrada al dispositivo hasta la llegada a un final de análisis y la construcción de sus posibles salidas. El analista nos pone de frente con las implicaciones en el trabajo de cristalización y construcción del fantasma en el último tramo de un análisis. En definitiva, esta obra es de feliz lectura y se comprueba una vez más que en las producciones de mi estimado colega Enrique Cortés, la letra no entra con sangre.
Digmar Aguilera Bascopé, psicoanalista.
MOMENTOS DEL ANÁLISIS ………………
Hablar de momentos del análisis, es hablar de los tiempos en tanto que momento (del latín momentum) es un periodo de tiempo y, sobre todo, de lo que en ese tiempo acontece; es decir lo que en ese período va a acontecer. En el proceso analítico la trayectoria no es lineal, ¿acaso en la vida lo es?, tanto en la consulta como en la vida hay descubrimientos y desengaños, hay momentos de caída del deseo y momentos de reactivación. Entendamos el tiempo como la apertura y cierre del inconsciente. No es el tiempo lineal sino el tiempo marcado por discontinuidades en la articulación con lo pulsional, bajo cada una de sus fases, dando lugar a conceptos como la repetición, regresión, retroacción y posterioridad, todos ellos como emergencia obligada de esta atemporalidad cronológica del inconsciente y como resultado de la cura analítica, empujados todos estos conceptos por el trauma, que es siempre el encuentro con lo sexual. Para Lacan, el tiempo del inconsciente en la cura es un tiempo en el que se trata no sólo de desvelar un pasado, sino que es una producción. Una producción en forma de construcción para cada sujeto de lo no sabido, construcción de su fantasma fundamental, que debe poder ser atravesado. Fantasma fruto de la articulación entre el significante y el goce y por tanto fruto también de las identificaciones, que podemos llamar fundamentales del sujeto. El tiempo de la cura, desde Lacan, es el tiempo necesario para que el sujeto no sólo advenga de lo que fue y no sabe, sino que es el tiempo necesario para separarse de eso que se fue, el tiempo para conocer qué objeto se fue y del cual el sujeto ha de poder separarse. Tiempo marcado por la alineación y separación al Otro. Esta forma de abordar la alienación al Otro y la separación por el objeto son lo fundamental de una cura analítica lacaniana.
Lacan aborda el tiempo a partir de un problema de lógica conocido como sofisma de los tres prisioneros, donde es posible extraer tres tiempos distintos, desligados cronológicamente: el instante de ver, el tiempo de comprender y el momento de concluir. Bajo esa perspectiva, el tiempo ya no es una secuencia de instantes en donde es posible aprehender un todo. El tiempo para ver, atravesado por huellas de las más elementales a las más elaboradas. Este tiempo debe poder ser removido para que llegue a ser un tiempo vivo de producción del Inconsciente, producto de lo que el sujeto construye. Tiempo que corresponde al registro imaginario. Después vendría el tiempo para comprender; donde nos encontramos con cortes y escansiones, marcados por el tiempo del analizante y la interpretación del analista, ritmos que marcan los traumatismos, construcciones del pasado que actúan sobre el futuro, tiempo de construcción del fantasma fundamental, de conocer de que se goza. Podemos decir que Freud se detiene en este tiempo con el límite de la llamada “roca de la castración”. Es el tiempo de respuesta a la estructura y es el tiempo que corresponde al registro simbólico. Este tiempo de comprender es la manera de introducir un intervalo de espera, por lo tanto, un tiempo entre el sujeto y el goce, o entre el sujeto y lo real. Frente al tiempo de la prisa, de la urgencia por salir y de la urgencia de la satisfacción. Es la forma en cómo se introduce el tiempo ante la fórmula de la pulsión, donde ante la demanda del Otro el sujeto se presta a responder. El sujeto responde, pero introduce la interrogación sobre la incógnita del deseo del Otro: Me pide esto, pero en realidad, ¿qué quiere?, lo que introduce la construcción de un fantasma, escena donde se imaginariza un objeto encargado de colmar al Otro y al mismo tiempo a su falta en ser. El momento del concluir y el tiempo del final de la cura analítica corresponde al registro de lo Real. Es el momento del atravesamiento del fantasma y la caída de las identificaciones, de desconstruir, el tiempo de aceptar, no sin cierta decepción, que el Otro no existe.
Un análisis que Comienza …
LA PULSIÓN
He de decir que cuando escribía este seminario, no pensaba en que fuera a ser un seminario; en otras ocasiones, sí ha habido una propuesta de construir un seminario, de trabajar algún tema que luego iba a ser transmitido a un público, pero no era el caso. Sería después cuando pensé que, ¿por qué no? Es la razón por la que tuve que escribir y añadir esta primera clase.
Ahora sé, tal vez también antes, que es una brújula imprescindible en la clínica, hasta tal punto, que sin esta brújula no habría manera de orientarnos.
Con lo primero que me encontré es con la siguiente definición: “El psicoanálisis es una ética del deseo”; por otra parte, hay un seminario de Lacan dedicado a los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis: el inconsciente, la repetición, la transferencia y la pulsión. Me chocó ver que en esos cuatro conceptos no estaba el deseo. Con lo cual pensé empezar por el deseo e ir viendo cómo iba llegando a la pulsión.
Hay que apuntar que hay algunos conceptos que son usados por todos nosotros en nuestra cotidianidad y que el psicoanálisis los ha cogido para su uso, pero dándole otra significación; lo que de entrada nos puede llevar a cierta confusión.
El primero de ellos será el deseo, que en psicoanálisis no es lo mismo que querer, e incluso a veces es lo contrario; deseamos una cosa, pero queremos otra. Algo similar ocurre con la palabra goce, asociada con el placer y que en psicoanálisis está más del lado de la tensión; tal vez nos puede ayudar si cuando leemos goce nosotros leemos plus de goce; con ello ya le damos la connotación de exceso, algo que va más allá del placer, que lo excede.
Dicho esto, vamos a empezar por el principio; La Vivencia Mítica de Satisfacción; en muchas ocasiones nos hemos referido a ella; y cada vez que lo hacemos nos encontramos con algo nuevo, una nueva lectura que no deja de sorprender.
Empezamos por el concepto de mito; este no es un cuento, el mito son huellas de la estructura psíquica que han ido generándose a lo largo del desarrollo de la historia y de la cultura y que marca nuestros orígenes.
¿Podemos pensar que todo empieza con un grito, un llanto, una demanda en definitiva?
El niño siente, a través de su cuerpo, cierto malestar, cierta tensión tal vez producida por una necesidad fisiológica, él no sabe la causa de su malestar solo la siente y entonces llora. Se va a requerir de un Otro que venga a interpretar la demanda, un Otro que aparezca para decir, “a ti lo que te ocurre es que tienes hambre” y entonces le proporcione el alimento mediante la teta o el biberón.
Pero lo primero que la madre le va a dar no es el objeto que le va a calmar la desazón; lo primero que la madre le va a proporcionar son palabras. Ella va a decirle; “ya va, ya va…”, palabras que van a marcar la relación con el otro, es la propaganda del “te doy”. Luego vendrá la teta o el biberón, objeto que le va a calmar el hambre y por tanto la tensión que le producía; es decir calma el hambre y también la tensión.
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