DESEO,SEXUALIDAD Y CREATIVIDAD (en el covid)

DESEO-SEXUALIDAD Y CREATIVIDAD EN EL COVID

Enrique Cortés

 

Primero agradecer a Cecilia y a la asociación Infancias, su invitación y como no a todos los que habéis decidido invertir un ratito para estar aquí, lógicamente si vosotros, vosotras no estuvieseis, posiblemente yo tampoco estaría.

Y esto me lleva dos reflexiones que a lo largo de esta charla quisiera estuviera presente.

Una es que necesitamos al otro para nuestra autoconstrucción subjetiva, autoconstrucción que implicar realizar un acto creativo.

Y la otra es que en estos momentos nos estamos relacionando, sin saber con quién; es decir la pantalla me dice que al otro lado escuchándome hay ochenta personas, pero yo veo a cuatro; y esta es una forma muy imaginaria de hacer lazo social con el otro; y que esta es una de las novedades que nos está trayendo esta “nueva” sociedad y sobre todo el COVID.

Entonces al mismo tiempo que el otro es imprescindible para saber de mí, ese otro cada vez esta más diluido, más difuso, más virtual

Dicho esto, quisiera retomar dos definiciones y una sugerencia; tal vez esto podría servir de cierre, como una especie de conclusión, pero nosotros vamos a abordarlo desde el principio:

La definición de creatividad que propone el poeta Apollinaire: “La creatividad consiste en ordenar el caos”.

Y la que propone Donald Winnicott en su obra Realidad y juego: “la creatividad es un atributo humano, una capacidad a ser desarrollada por cualquier persona en cualquier acto o situación de su vida cotidiana. Es decir, que son creaciones no solamente las obras de arte, sino cualquier tarea que supere una simple adaptación o una actitud mecánica, rutinaria de la vida cotidiana, realizada en forma original y singular. La creatividad es una actitud, un enfoque de la realidad, una manera de vivir la vida satisfactoriamente. El impulso creador es universal, sus fuentes son los primeros años de la vida del sujeto, es decir, primero, la relación entre el bebé y su mamá, luego el niño y su ambiente social.

Entonces tenemos por un lado la creatividad relacionada con un orden y por el otro con una capacidad humana.

La sugerencia nos la da Freud en el Malestar en la Cultura: el ser humano nunca encuentra exactamente lo que busca; entre el placer buscado y el placer encontrado, hay siempre una distancia, y allí radica las causas del malestar en la cultura. Entonces, él va a plantear que, ante el malestar, hay distintos caminos posibles: uno es la enfermedad, el síntoma, las adicciones e incluso la religión; pero, nos tranquiliza, al sugerirnos que hay otros caminos posibles, y entonces nombra  la creatividad con otros, el trabajo con otros.

Cuando fui invitado a este espacio, de la “mesa camilla” de este curso, la propuesta era que pudiese hablar del deseo, la sexualidad y la creatividad.

Lo primero que a mí me vino fue decir que yo no podía, ya que hace muchos años que no trabajo en la clínica infantil y estos espacios están, según yo pienso, bajo el paraguas del significante infancia.

Y aunque la respuesta por parte de Cecilia me desangustió, al decirme que eso no era problema, lo cual me empujó a seguir adelante; la sensación de que hace un chico como yo en un sitio como este, ha estado, ahora todavía, acompañándome.

 Cuando me senté por primera vez en mi mesa de trabajo, donde suelo escribir, con la intención de dibujar algún esquema que me diera entrada a la construcción de esta charla y tal vez influenciado por el significante infancia; recordé al maestro y a como él había apostado, en tanto atreverse a escuchar a un niño en análisis.

 

Sigmund Freud, todos lo sabemos, nos legó el extraordinario trabajo hecho con Juanito. Allí, Freud analizó a Juanito a través de un padre, podríamos decir, hondamente preocupado por su hijo. Entre otras cosas, lo que fundamentalmente logró Freud, fue desangustiar a Juanito. Lo que Freud consiguió fue que las palabras jugasen, era un juego que consistía en construir escenas, frases, a partir de creencias, que así eran en ese momento para el pequeño.

Quiero decir, que había un niño que andaba angustiado porque le faltaban respuestas sobre diferentes novedades, acontecimientos y sentires, y entonces viene Freud y pone palabras y estas palabras se ponen a hacer juegos, aunque imaginarios, para dar respuestas a cuestiones que angustiaban, precisamente porque requerían de respuestas, de palabras; pero en cualquier caso fueron juegos que le permitieron poder hacer algo con la angustia.

Y esto es fundamental para tener en cuenta, porque muchos niños que son llevados a los consultorios están profundamente angustiados.

 

Y están angustiados porque en general comienza su historia de preguntas sin respuestas.

Y las preguntas, como no se cansó nunca de recordarme un buen amigo, requieren de respuestas.

Y entonces, los niños, construyen, crean, sus propias teorías, ponen palabras e intentan encontrar sentidos.

Me parece importante, que seamos conscientes como estos impasses de incertidumbre, de angustias, de vacíos sin palabras, nos cuestionan y nos empujan a elaborar y construir, en este caso historias.

Pues a esa incertidumbre que empuja la vamos a llamar DESEO. (Esta será nuestra primera definición sobre el deseo)

En los adultos no es tan diferente; si bien en los niños podemos decir que las historias que cuestionan y que no encuentran repuestas, “comienzan” en los adultos podemos decir que estas historias “continúan”.

Estaba escribiendo estas líneas y un paciente me habla de sus miedos infantiles, me dice que tenía miedo a todo lo que no entendía, yo pensé para mis adentros: “normal”, y entonces le viene un recuerdo DE CUANDO ERA NIÑO,  era la portada de una revista que tenía su padre, la revista se llamaba Enigmas, ya es un título sugerente, y en su portada habían tres preguntas: ¿QUIEN SOY?, ¿DE DONDE VENIMOS?, ¿ADONDE VAMOS? Y me dice; “creo que todavía estoy intentando responderlas y elaborando mis propias teorías”

Tal vez fue así como Freud se dio cuenta que los niños elaboran teorías psicosexuales infantiles, y que, además, esta elaboración creativa es el resultado de un desarrollo psicosexual.

 

Por lo tanto podemos entender las teorías sexuales infantiles como el intento de elaborar un saber; un saber con relación a preguntas que son estructurales como pueden ser: la venida al mundo, cómo nacen los niños, sobre la diferencia sexual, sobre la muerte…preguntas que van configurando un proceso de constitución subjetiva y que además tienen que ver tanto con la historia individual, como con el empuje pulsional.

 

Es decir que hay, digámoslo así, factores externos e internos que nos tensionan, que provocan en nosotros sentimientos y preocupaciones y necesitamos saber por qué y qué está pasando.

Lo que Freud observa es que al unísono se da por un lado la actividad sexual infantil y por el otro el deseo de saber; y que las respuestas que nos vamos dando, en principio, no solo nos van desangustiando, en el mejor de los casos, además nos permiten construir una identidad y elaborar una visión del mundo.

 

Ahora bien, lo interesante y tal vez lo más importante, del planteamiento freudiano, en relación con la sexualidad y el saber, no es que la sexualidad comienza a estructurarse desde muy temprano, sino que se estructura en torno a una falta, a un desencaje…es decir que en un momento dado a ese niño las cosas no le encajan y no le encajan porque las cosas ya no son como él creía que eran hasta ese momento y ese desencaje le incita a saber, a querer comprender; pero paradójicamente es un saber del que no  quiere saber.

 

Parece un juego de palabras, pero el niño, ese investigador incansable de cosas sexuales, nada quiere saber de aquello mismo que motiva su investigación.

Este sábado, en un grupo de formación, escuchaba lo siguiente: alguien ve a su pareja haciendo algo que le ocasiona un gran dilema, digamos algo para lo que su yo no está del todo preparado, ya que tal vez le va a forzar a tomar ciertas decisiones. Entonces esta persona dice: “lo vi pero me lo quise imaginar…”

Esto es fantástico, Freud puro y duro.

En primer lugar tenemos la mirada, una mirada que nos hace ver algo y por lo tanto y en ese mismo momento nos da un saber; pero es un saber que no queremos saber y entonces lo negamos diciéndonos que lo imagine, pero ella dice “me lo quise imaginar”, es decir que hay un forzamiento, en ese no querer saber.

Preguntémonos: ¿Qué es eso que ya no es como era, de ahí el desencaje, y de lo que no se quiere saber?

O bien, también nos lo podemos preguntar de otra manera: ¿qué de lo sexual tiene que ser reprimido?

Yo creo que la respuesta es fácil, de lo que el sujeto nada quiere saber es de algo que ha visto y que viene a trastocarle una de sus teorías, esto es  la diferencia sexual, diferencia que antes no estaba.

Pero, qué significa esto, la diferencia sexual… porque eso es lo importante; y yo creo que podemos pensar que lo que implica esa diferencia es como ella se codifica en el psiquismo y  es que hay faltas, pérdidas, cortes, fisuras, heridas, despedidas con o sin COVID…y esas mismas faltas provocan en él el deseo. (Y aquí tenemos nuestra segunda definición del deseo; el deseo como provocado o causado por la falta, por lo que no encaja).

Antes lo definíamos como lo que empuja y ahora como lo que no encaja.

Podemos decir pues, algo que, yo creo, no se ha entendido muy bien, y es que nada ocurre fuera de la esfera de la sexualidad.

Porque la sexualidad, y por eso digo que no se entendió muy bien, nada tiene que ver con el sexo ni con las relaciones sexuales, sino con la manera que tenemos de ir adaptándonos o resituándonos a estas faltas, a los desencajes.

Entonces la sexualidad es el resultado de un cierto malestar que nos estructura subjetivamente y por eso va más allá de la mera función reproductiva y de la prevalencia de cualquier zona erógena.

Y como todo esto acontece en un momento concreto, también podemos pensar que la sexualidad supone indagar en cómo el ser humano está determinado por las contingencias del devenir histórico que nos ha tocado en suerte y como estas contingencias han sido internalizadas, y aquí entendemos entre otras cosas las funciones parentales y la cultura.

Y todo esto no es sin el encuentro con el otro, es decir que el encuentro con el Otro, con el inconsciente del Otro, es importante, ya que el Otro interviene de manera necesaria en cierto momento de la constitución subjetiva del sujeto, para colmar o dar cuenta de la tensión, como diría Freud, que la misma pulsión suscita.

Vayamos haciéndonos una idea de cómo está impactando este virus de la distancia en todos nosotros.

Ese Otro, entre otras cosas, es un otro al que le otorgamos un saber, el saber de saber lo que a mí me está pasando.

En la anterior charla, escuchamos a Félix, como él utilizaba la metáfora de la mesa camilla para dar cuenta de respuestas nada fáciles de encontrar como era cuando empezaba la adolescencia y cuando terminaba.

Félix nos describía la mesa camilla como una mesa redonda, alrededor de la cual se sentaba la familia, esta mesa redonda tiene una tela o faldón que la cubre y también las piernas de los que allí están sentados, además debajo de este faldón la mesa camilla tiene un objeto que desprende calor.

Decía Félix que la adolescencia empieza cuando el niño o el joven por algún motivo se siente incómodo y tiene que alejarse de la mesa camilla y que la adolescencia termina cuando puede regresar.

En este punto Libertad vino a poner la guinda; al decir que lo que le hace insostenible a este sujeto la permanencia en la mesa camilla era el calor que allí se desprendía y que empezaba a quemarlo.

Calor insoportable que hace que el sujeto, en ese momento, se levante de la mesa camilla en busca de iguales, que le den respuestas, de su incomodidad; con el siguiente mensaje:

 “Seguramente tú, que tienes noción de mi problema puesto que a ti te ocurre algo similar, sabrás resolver mi problema”.

 

Esto es importante, porque vemos como ese otro, no es un lugar fijo, esto es algo que a los padres les cuesta aceptar, y en un momento dado ya no está en la mesa camilla, sino fuera de ella.

Recientemente recibo un mensaje de una madre, que me dice que quiere que atienda a su hijo, su hijo tiene 22 años, la madre está angustiada porque su hijo pasa demasiado tiempo con sus amigos.

Creo que ya no hace falta, pero me gustaría subrayar, que gracias a esta perturbación es que nos interrogamos, buscamos respuestas y construimos salidas, a veces más allá del síntoma.

Yo estaba con Freud, con Juanito, con las preguntas que requieren respuestas y entonces recordé a mi último paciente “infantil”.

Agustín, así se llamaba, él se despidió de mí hace más diez años; recordé que yo solía guardar mis notas, apuntes que recogía de las sesiones y de las supervisiones y que posiblemente tendría algunas notas guardadas.

Los obsesivos solemos guardar cosas, y lo sorprendente es que a veces cuando vamos a buscarlas, incluso, las encontramos.

Encontré las notas de Agustín, que según figuraba en mis escritos tenía 12 años.

En esas notas yo me preguntaba lo siguiente: “¿A qué cambios de la subjetividad nos someten las nuevas tecnologías?, ¿cambian los modos de percepción de la realidad a partir de las nuevas herramientas que la sociedad nos blinda?, no olviden que estas notas son de hace más de diez.

Ante estas preguntas mías, que yo me hacía; tenía la siguiente nota:

Agustín me estaba contando lo acontecido durante el fin de semana; me hablaba de un juego virtual en el que, colocándose un casco, “sientes que estás dentro de una plataforma y desde ahí disparas a un pájaro que quiere atacarte…”

Cuando yo le pregunté qué sentía, él me respondió con una pregunta: “¿Cuándo tú eras niño, te pegaban tus hermanos?”

En realidad, me pregunta que si en mi tiempo los hermanos también pegaban; pregunta que formula después de contarme un juego donde disparaba a un pájaro.

 

¿Por qué traigo este recorte?, ¿qué me hizo pensar?

Pues que, aunque los instrumentos y las situaciones cambien, nuestros conflictos y cuestionamientos siguen siendo los mismos, los enigmas siguen siendo los mismos: la fratria, el nacimiento, la muerte…

Y que aunque estemos ante nuevas producciones de un tiempo presente, el nuestro, y que más allá de dar o no cuenta del futuro real, de lo que se trata es de poder dar cuenta de los diferentes modos de subjetivización.

Porque más allá de las preocupaciones del momento, estas vienen empujadas por preocupaciones del pasado de cada uno.

Tal vez, nos encontramos con nuevos modos de emergencia de la subjetividad; por ejemplo en la actualidad, sobre todo los niños y los adolescentes, tal vez atienden menos al relato y más a lo virtual, pero es indudable que con las nuevas herramientas siguen construyendo y rearmando sentidos y esto es algo que no varía.

Porque lo fundamental, mientras los seres humanos sean producto del acoplamiento de dos deseos ajenos, es qué enigma surgirá, aunque sea bajo nuevas formas, sobre las cuestiones de siempre.

 

Se me ocurre pensar que a lo mejor no se trata tanto de ser, sino de estar y que al mismo tiempo este punto de estar debe cobrar permanencia como punto de ser, para que el sujeto se sostenga.

Hace tiempo estuve viendo a J. M. Pou y él decía que el universo no está hecho para ser cambiado, sino para ser entendido, pero que en la medida en que uno lo va entendiendo es que algo va cambiando.

Me impactó escuchar esto, porque vi y entendí, tal vez algo que siempre estuvo ahí…

Entendí algo tan lógico como la importancia que tiene el otro, en su escucha, en su estar, entendí que para transcribir las capas de cebolla freudianas, el analista, el otro, constantemente necesita aprender nuevos lenguajes y que eso implica adaptarse al ritmo del otro y solo de esta manera se podrá entrar, juntos, en la travesía de ir desplegando los nuevos y viejos enigmas, que la condición de sujeto impone.

Con lo cual hay algo que queda patente, para ser escuchado se necesita de un otro que escuche.

Y que, además, la necesidad de palabra viene empujada por la necesidad imperiosa de poder dar cuenta de aquello que no encaja, de las crisis que el sujeto va atravesando a lo largo de su historia.

La palabra crisis, no se a vosotros, a mí me suscita movimiento y por lo tanto avance; hablamos de crisis de la adolescencia, de crisis de pareja…otra cuestión es lo traumático, es decir las crisis que son traumáticas, y para que un acontecimiento sea traumático debe ser inesperado, al yo debe cogerlo por sorpresa y no estar preparado, quedarse mudo, sin palabras.

Por eso pienso que es una buena cosa que eduquemos al yo a estar preparado para la incertidumbre, a saber convivir con ella.

Educar ante la incertidumbre es enseñar a pensar, a decidir y a vivir en sociedad. Aprender a darle una coyuntura al cambio, a los contratiempos y las oportunidades.

El DESEO, como ya apuntamos antes, no se puede concebir sin tensión, sin un tiempo de incertidumbre.

Si aprendemos que en la vida hay algo que siempre es imposible; entonces abrimos la puerta a tener que  INVENTAR, a construir, como salida ante lo imposible.

Este acto, en sí mismo, ya es una salida ante el malestar.

Recordemos el carretel del nieto de Freud, como el niño ante la ausencia de la madre, ausencia que nos imaginamos le llevará a encontrarse con cierto desasosiego, construye el juego del carretel, como salida.

Es decir, mediante este juego intenta hacer algo con lo insoportable.

Reconocer lo imposible quiere decir que uno no puede pensar que las cosas siempre irán bien, porque hay lo imposible. Aceptar que en la vida hay ese punto de imposible es lo que nos lleva a hacer cosas.

En estos días, todos hemos renunciado a muchas cosas: reuniones, abrazos, comidas fuera de casa, deportes…

Y es en relación con esas faltas que nuestro deseo se ve empujado, nos movemos, construimos e inventamos modos de compensar esa falta; que en estos momentos no es una falta cualquiera, es la falta de la presencia del otro, del cuerpo del otro y de lo que se trata es de ver cómo cada uno es “tocado” en esta cuestión.

Entonces en esta ocasión aparece algo vital para el ser humano; que es la relación con el otro.

Como dice Luciano Lutereau “la pandemia del coronavirus mandó al exilio a los besos y los abrazos”.

Y el exilio puede ser traumático y doloroso.

 Leía, hace unos días lo siguiente:

“Las nuevas normas dictadas para evitar la propagación del coronavirus configuran una situación inédita para los seres humanos, por cuya evolución somos en esencia sociales, destinados a vivir en comunidad y no en un confinamiento propio de un ermitaño.

Desde que nacemos necesitamos de un otro que nos diga lo que nos hace bien y lo que nos hace mal, un otro que esté ahí para protegernos, porque es el otro quien nos da una identidad: un nombre, un lugar en el grupo…

Deberíamos poder explicar y comprender la pasión de los jóvenes hacia el contacto social, en tanto que esta necesidad es diferente a la que tienen, por ejemplo, los mayores, que también la tienen.

Los mayores mueren de tristeza por la soledad, ven que sus otros, sus referentes ya no están y ahora sus nietos tampoco; los jóvenes, en cambio, son más trasgresores; “si nos cerráis los bares nos iremos a los pisos”, le escuchaba decir a un joven.

Los otros para los jóvenes, son quienes les marcan sus itinerarios en sus vidas con sus semejantes, los otros iguales, sean influencers o sean compañeros de su grupo. Y además están en una edad en la que se tienen que iniciar en todo, en consumos, en la sexualidad, en la diversión, en el riesgo”.

Para ellos la distancia social tiene que ver más con la pérdida de vida que con la supervivencia. Para ellos perder la vida es perder el contacto.

 

Uno de los textos más clínicos de Freud, como sabéis es “inhibición, síntoma y angustia”; tres salidas ante el malestar; y frente a estas salidas o como contrapunto Freud nos habla de la creatividad, la creatividad como salida ante el malestar de la civilización.

Si hemos definido lo traumático como la falta de palabras, en esta crisis, lo primero que todos tuvimos fue perplejidad, ¿qué es eso que está ocurriendo?, ¿es algo de los chinos? Cuando vimos que podía venir aquí empezamos a angustiarnos, a tener miedo.

Y surgieron preguntas, ¿Qué será esto? Y como nos cogió desprevenidos, las palabras no llegaban y llegó, por un lado, la rabia por no haber podido evitarlo, y, por otro lado, también tristeza porque empezamos a ver las pérdidas, la gente que se moría, los trabajadores que se quedaban en paro.

También la rabia extrema, como una negación de todo lo demás. En el caso de los negacionistas, muchos de ellos no quieren aceptar ninguna de las pérdidas y por lo tanto, desarrollan una postura de negación absoluta, que es una negación psíquica.

Decía que la creatividad es la buena salida ante el malestar de lo traumático.

La creatividad nos posibilita el surgimiento de cosas nuevas, (en este caso podríamos pensar en el aumento de lo virtual; en el trabajo, en la educación, en la sanidad, también en lo sexual, el sexting por ejemplo) y además el surgimiento de lo nuevo nos ayuda en el proceso de duelo por lo perdido; nos encontramos en un momento en que no es inusual que nuestros pacientes nos hablen de duelos que quedaron pendientes, que por algún motivo no se pudieron elaborar.

Nos cuentan sueños que han tenido con sus “ex”, nos recuerdan  pedazos de historia que se creían olvidados y que ahora volvieron con fuerza; porque el deseo no deja de existir y busca su lugar en el pasado.

Yo le pondría otra definición al deseo: el deseo como lo que nos posibilita existir.

El deseo como la incertidumbre, como lo que no encaja, como lo que empuja y paradojalmente lo que nos posibilita existir (como sujetos de deseo)

La paradoja es que, en esta ocasión, lo novedoso que por un lado nos ayuda a atravesar este momento traumático, también nos trae malestares, esta es la paradoja actual.

Y yo hago una proclama y es que aún sin mirar hacia otro lado frente a la virtualidad que ya está aquí, debemos seguir buscando el cuerpo a cuerpo, la presencia en cuerpo del otro.

 

Ya en 1929 Freud anunció que estar con otros no es tarea fácil; pero en el mismo vínculo con otros hay, a la vez, una salida posible.

En demasiadas ocasiones ante el vacío, la falta, el misterio, lo que duele, en definitiva, buscamos inmediatamente reparar, llenar la falta embriagándonos con objetos que nos adormecen y anestesian, para nombrar lo que es innombrable.

El malestar, y yo creo que esa es mi tesis, paradójicamente, puede ser el punto de arranque para la creación.

 

Entonces:

Deseo, creatividad y sexualidad….

Deseo que surge, como ya hemos visto, de un vacío, un vacío al que no le ponemos nombre; J.Lacan, en su seminario siete,  el de la ética, nos lo explica con el ejemplo del alfarero, el cual construye un vaso al encerrar un vacío, en un intento de ejemplificar como todo acto de sublimación gira en torno a ese vacío.

Sexualidad como un intento de saber, querer entender un cierto malestar.

Creatividad como una salida ante el malestar.

Pero no siempre se busca la salida de la creatividad, a veces y más en los tiempos que vivimos, intentamos taponar el vacío y con él las opciones de crear algo con el vacío.

Es decir que, frente al malestar, nos podemos encontrar con el mandato de “Goza”; un goce que no acepta límite y con él un rechazo a lo imposible; el “impossible is nothing”.

Simón, me comenta su relación con el TINDER, lo primero es follar y luego ya nos conoceremos; veo a mis padres en el sofá y veo que la vejez es la muerte. Yo intento vivir al límite, no dejar nada para mañana.

El discurso capitalista nos propone un goce sin deseo, donde el objeto del deseo es reemplazado por objetos.

Y ahí está el error, porque el deseo no está vinculado a ningún objeto, sino a experiencias pasadas satisfactorias; Freud nos lo dijo muy claramente, cuando nos habló de la Vivencia Mítica de Satisfacción, él no hablaba de objeto mítico, sino de vivencia mítica.

Y por eso cada vez encontramos pacientes más insatisfechos aún a pesar de tener todos los objetos que creían desear.

Esta relación con los objetos adquiere entonces una forma adictiva y solitaria.

 

Antes hablábamos de cuando empieza y cuando termina la adolescencia; en relación con el deseo podemos identificar cuando empieza y cuando acaba un proceso creativo personal.

Yo creo que empieza cuando una persona se encuentra con la repetición sintomática de algo que no le sienta bien y eso le suscita preguntas sobre sus deseos y creo que termina, cuando esa persona ya sabe qué es lo que realmente desea.

Pero la búsqueda del deseo es sin presión y sin prisas.

Y en estos momentos el discurso capitalista nos empuja en dirección contraria, nos empuja a las prisas, al individualismo y a evitar el lazo con el otro, demasiada virtualidad.

El discurso capitalista rechaza “las cosas del amor”, es un discurso donde no se anuda sexo y amor.

Allí, se impone la opción de la relación fugaz, el “touch and go” (toco y me voy), donde casi no existe el diálogo y en muchos casos, ni siquiera se conoce quién es el partenaire, ni como se llama, no sabemos ni su nombre.

Son momentos donde el Otro social empuja por enseñarlo todo, el sexting, y a nosotros nos toca el trabajo de empujar en la dirección de todo-no-se-puede; posicionamiento que favorecerá el lazo del deseo y el amor en el sexo, aún en esta época donde las relaciones descartables y el consumo compulsivo tienden a la búsqueda del placer inmediato.

Debemos estar atentos, porque en épocas de COVID, la dificultad o imposibilidad de la relación con el otro puede empujar en esa dirección.

El encuentro con el otro debe ser un encuentro donde haya pérdida, que no sea el espejismo del buscado y añorado paraíso.

Como veis, todo el rato yo estoy proponiendo el trabajo y la creación con otros como vía posible para salir del atrincheramiento más narcisista, de la repetición tanática, inscribiendo pérdidas de goce a cambio de la luz y el calor del fuego común.

Se tratará, pues, de buscar otros caminos que no sean el del superyó obsceno que pide más y más. Hay que crear condiciones para recrear marcos donde poder lidiar con la falta, la no completud.

Y, aquí, el grupo va a poner al sujeto ante el desafío de interrogar su posición con cada desajuste.

La creación con otros, pagando el precio de perder algo del propio narcisismo, traza un camino posible ante lo imposible. El trabajo en grupo se orienta en el sentido de la producción de lo singular anudado a la potencia de lo colectivo.

Hay que ser creativos o como mínimo retomar las actividades ajustándonos a las posibilidades actuales, eso ya es crear.

 

Termino con dos viñetas, que pueden ser un contrapunto:

Una madre, me traslada su angustia que también es la angustia de su hijo. Me dice que a su hijito se le calló un diente y que esta triste porque en este momento de confinamiento el Ratón Pérez no puede venir; que su hijo está triste y también angustiado porque en el caso de que sí que viniese podría infectarse.

A la salida le digo que habría que avisarlo…

Unos días después me envía un wasap para comunicarme que ella y su hijo han enviado un email al Ratón Pérez, para decirle que el diente lo van a guardar hasta que la pandemia pase y él Ratón pueda salir de casa.

Freud postula que “todo niño que juega se crea un mundo propio, o, más exactamente, sitúa las cosas de su mundo en un nuevo orden, que sea grato para él…”

 

Hace unos meses alguien acude a consulta, alega tener impotencia. Me cuenta como era su vida; quedábamos los amigos, cerveceábamos y luego íbamos a ligar. Luego empezamos con las aplicaciones, pero seguíamos estando ahí. Poco a poco las aplicaciones iban ocupando todo el tiempo, también vino el confinamiento y ya solo había tiempo para la aplicación.

Allí todo es más fácil; solo tienes que apretar el botón y ya estas follando.

Yo estaba en la cama y de pronto la “cosa” se vino abajo…

¿Recuerdas si te vino algún pensamiento, si estabas pensando en algo?

Pues me vino algo curioso, pensé “otra vez con el mismo rollo”; era más de lo mismo, demasiado fácil, se acabaron los juegos…y con ellos el deseo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

TEXTOS REFERIDOS

Lutereau L. Pandemia y besos exiliados

Ubieto J.R. La subjetividad en peligro

Freud S. Más allá del principio del placer

Freud S. Tres ensayos para una teoría sexual infantil

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