Psicodrama y problemas de alimentación

LA HERRAMIENTA DEL PSICODRAMA EN LOS PROBLEMAS DE  ALIMENTACION:

AUTOR: Cortés Pérez, Enrique. Psicólogo y Psicodramatista.

INTRODUCCION.- Durante años venimos usando el psicodrama en grupos homogéneos y heterogéneos de pacientes. Grupos de toxicómanos, psicóticos, fibromialgia, problemas de la alimentación etc…El psicodrama como herramienta que no solo usa la palabra sino también el movimiento, consigue, mediante las representaciones,  que el paciente se sienta protagonista de su propia historia y responsable de ella, con el juego psicodramático se aminoran las defensas  consiguiéndose cambios subjetivos en relación a su problemática.

OBJETIVO.-  poder presentar la herramienta psicodramática, en su vertiente freudiana, y dar cuenta de cómo se está utilizando en casos de problemas de la alimentación.

DESARROLLO.- Empezamos el abordaje psicoterapéutico-teórico de los problemas de alimentación (bulimia, gordura, anorexia), a continuación nos adentramos en explicar qué es el psicodrama, para concluir con tres sesiones de un caso clínico tratado desde el psicodrama.

CONCLUSIONES.-  En primer lugar que las enfermedades mentales deben ser intervenidas desde un abordaje disciplinar, donde fármacos y procesos psicoterapéuticos deben hermanarse; en segundo lugar como el enfoque psicodramático, por sus características de juego da la oportunidad de indagar en la problemática mediante la acción.

LOS PROBLEMAS DE LA ALIMENTACIÓN.-

Freud nos habló de un momento de satisfacción mítico, nos contó la historia de un bebé que lloraba, lloraba porque posiblemente tuviera hambre y esa sensación le acarreaba una sensación de tensión, un displacer.

Nos contó que apareció un adulto, posiblemente su madre y que lo calmó dándole teta o tal vez un biberón. Pero no solo lo calmó en su necesidad fisiológica también lo calmó en la tensión que el bebé experimentaba, es decir al calmarlo en su necesidad fisiológica el bebé experimento placer. A partir de ese momento el bebé seguía llorando y no porque tuviera hambre sino porque quería volver a experimentar esa necesidad placentera. A este momento Freud lo llamó Momento Mítico de Satisfacción. Momento que seguiremos buscando a lo largo de nuestra vida, nosotros lo llamamos deseo.

Sabemos que el bebé humano muere si no recibe, junto con el alimento, el deseo de la madre. Sin el deseo del Otro, no hay posibilidad de existir como sujeto.

* Congreso nacional de enfermería. Murcia 2017

La fase oral, primer estadio libidinal, es un momento en que la ingesta y la voluptuosidad se unen; desde ese momento el objeto es soporte nutricio y erótico a la vez.

Y ese objeto perdura en el adulto como un resto.

La boca es ya boca erógena. Pasaje de la necesidad de comer al chupeteo repetitivo; siempre en busca  de la satisfacción mítica.

Desde ahí, que no se come solo para aplacar el hambre. Se come para gozar.

Por este motivo es que Adán y Eva, fueron expulsados del paraíso; por comer la comida prohibida. (Gula y lujuria).

El acto primero y primario materno, como ya hemos dicho, es alimentar. El vínculo entre el hijo y la madre es productor de trastornos orales, entre los cuales la obesidad y la bulimia parecen ser los que corresponden a esta sociedad. Goce de la sustancia, en la cual la demanda de amor al Otro, la madre, queda sustituida por el circuito de la ingesta.

Tanto en una como en la otra el objeto real viene a compensar el fallo del don de amor, el cual ha fallado en la primera infancia y que vuelve a hacerse presente en cualquier fracaso amoroso. Lo que ocurre es que el objeto de comida, en tanto compensación no se sacia nunca, porque evoca la nostalgia de separación de la madre.

En la clínica, tanto en el caso de la bulimia, de la obesidad como en la anorexia, las entrevistas preliminares suelen durar mucho tiempo, hasta que el goce por la sustancia cambie de posicionamiento, con la consabida pregunta analítica. El objetivo es que estas mujeres puedan hablar de otra cosa, relanzándose la cadena asociativa y creando un espacio para la simbolización.

También hay que escuchar los fallos de la función paterna; sabiendo que el vomito es tan solo una suplencia fallida de esta función.

En la bulimia lo que se plasma es el fracaso amoroso no siempre sabido, el cual  se configura como una compensación real, a través del objeto de la necesidad, la comida, de la frustración de la demanda de amor. A través de la devoración, se intenta compensar esta frustración, pero al no encontrar el signo de amor, el intento fracasa y se reanuda el circuito.

La bulímica pretende comer la Cosa perdida, de ahí el “siempre más” condenado al fracaso, el encuentro con el vacío en lugar de la plenitud.

La anoréxica, por el contrario, aparece como recurso de separación respecto a una madre asfixiante.

El tiempo del atracón es el tiempo del goce y el tiempo del vómito el de la separación. El vómito aparece como un límite a la “locura” del atracón.

La obesidad, en cuanto exceso, muestra el aspecto indomable de la pulsión no limitada por la acción cultural de lo simbólico.

En estos casos hay cierta dificultad en el análisis, ya que el cuerpo está tan lleno de goce que enmudece; y en tanto que no hay vómito, no hay recursos que frenen  la ingesta.

En algunos casos en las mujeres la ingesta compulsiva puede configurarse como una defensa frente a la depresión; en los hombres, en cambio, la ingesta sintoniza más con el logro de un goce del objeto, que viene a recubrir  cualquier falta. “Prepotencia narcisista” que enmascara su sentimiento de inferioridad.

EL PSICODRAMA.-

Su estructura es simple. Las sesiones son semanales y duran una hora y 30 minutos.  El equipo está compuesto por dos profesionales que se alternan en la función de animador y de observador, la condición es que estén formados en psicodrama y con un trabajo analítico terminado o en marcha.

El grupo es abierto, pudiendo incluir nuevos miembros así como tener altas, evitando hacer de él algo parecido a una familia endogámica.  En la sesión alguien empieza a hablar y se le deja que exprese su discurso,  discurso que se va anudando con los discursos de los otros participantes, avanzando de forma metonímica por deslizamiento de los significantes, esperando una intervención del animador. Ante la emergencia del inconsciente, escondido bajo el sentido manifiesto de lo que se está diciendo, se invita a algún miembro a representar algo de lo relatado por él. Para esto el animador ha hecho una escucha, a partir del primero que habló y viendo el eco que sus palabras produjeron en el grupo.

Nosotros pensamos que es el encuentro con el sinsentido de lo inconsciente lo que puede permitir elaborar algo a una persona. Y para que pueda emerger ese sinsentido de lo inconsciente es por lo que el animador invita a un miembro del grupo a representar algo de lo relatado.

La escena va a suponer:

* La elección de los otros que representarán algo, el papel y los motivos de la elección

* La representación en sí misma (a veces son meros lapsus, discordancias con lo relatado…)

* El cambio de rol del protagonista con el otro de su identificación

Las escenas que nosotros representamos no son fabuladas, es decir que no son inventadas por el animador  ni por los miembros del grupo ni están sacadas de ningún manual ni son intencionalmente modificadas. Se pueden hacer interrupciones a lo largo de la representación; al mismo tiempo que huimos de lo catártico o excesivamente emocional.

La escena nos va a permitir un nuevo encuentro y combinación de significantes; lo que posibilita que la relación que el sujeto tiene con su sufrimiento y con su discurso cambie.

Posteriormente a la representación se le pregunta a los yoes auxiliares por lo que han sentido; el resto de los miembros también pueden seguir expresándose y asociando; con ello se establece una cadena de significantes enlazando los discursos y las escenas, hasta que se finaliza la sesión.

Será ahora el momento del observador. Este realiza una breve observación de lo acontecido, señala la cadena asociativa y su forma de articularse. El observador intentará dar una visión de lo que ha podido no verse.

En el psicodrama freudiano, la representación, la mirada, el cuerpo y el discurso serán pilares fundamentales y diferenciales de otros psicodramas.

Entre los objetivos del grupo está el hacer una ruptura con el discurso previo, para poder instaurar uno nuevo que tenga que ver con su relación con el deseo.

Finalmente el sujeto se enfrenta al duelo por lo que no pudo ser, permitiendo su elaboración; gracias a esto el sujeto escapa de la repetición y recupera el lugar en el discurso de las generaciones.

LOS PACIENTES.-

Los pacientes, que vienen al psicodrama son, generalmente, pacientes que llegan traídos por su ansiedad o bien enviados por el equipo que se ocupa de ellos, endocrinos, psiquiatra etc… Sin embardo, los pacientes no llegan al grupo, hasta que la demanda no venga de ellos. En primer lugar son recibidos por ambos profesionales encargados de llevar el grupo, los cuales le presentan en qué consiste el psicodrama y sus reglas: las tres primeras sesiones son consideradas como de primer contacto, después de lo cual el paciente hace la demanda y firma un acuerdo de continuación; entonces el equipo da su consentimiento una vez evaluado el caso. Ello exige un contrato de presencia hasta finalizar el “curso”, mes de agosto. Si el paciente deja de acudir, se reservan tres sesiones si después de las tres sesiones él no ha vuelto, el psicodrama se declara concluido. Esta regla de las tres ausencias también vale para el caso de las ausencias de las sesiones.

El enfermo con esta problemática es un individuo que, en muchos casos, se desengancha del cuerpo social, identificándose con el “yo soy bulímica, anoréxica, gorda”. Así se constituye el grupo marginal conformando una pequeña sociedad al lado de la sociedad existente. Pequeña sociedad con su propio argot, sus propios fines e incluso sus propias leyes y espacios en las redes sociales…

Para empezar a trabajar en ese sentido, para conseguir la separación del objeto y la ruptura de esa identificación imaginaria al grupo que permita el posterior desplazamiento significante, en una palabra, para que el sujeto comience a hablar, ha sido fundamental en nuestra experiencia el psicodrama.

Entonces ¿en qué consiste la clínica?; ¿hay que reducirla a la ausencia o desaparición del síntoma? Nosotros pensamos en lo erróneo de este planteamiento, en muchos casos incluso los síntomas aumentan.

Curar el síntoma, adaptar al enfermo a los avatares de una circunstancia social, “conducirle” a modos de comportamiento que les haga accesible un simple ilusorio bienestar en el mundo: efectos de reparación, en suma. Curar el síntoma, tal la demanda del Amo orquestada por mil voces dispares. Curar aquello que en apariencia es lo que va a permitir hablar. Pero si el discurso del Amo insiste en tal especificidad no es, sin duda, por lo que hace a cada uno de nuestros pacientes sino por haberse constituido en síntoma social privilegiado de nuestra época. Lo que nosotros proponemos es abrir y sostener un espacio donde el paciente sea escuchado, es decir, donde pueda hablar. Si nuestra palabra consigue soportar el deseo particular del que se trata en cada ocasión, podemos estar seguros de que el sujeto sabrá, en lo sucesivo, hacerse cargo de ese deseo sin sentir su verdad como una amenaza.

Si una clínica de los problemas de la alimentación es posible es solo en el caso por caso.

Todos los que trabajamos en este campo debemos saber del intento  en sus primeros días  de todos y cada uno de los pacientes por abandonar e irse. Aún no establecida la vinculación con el grupo, el recién llegado se encuentra sin lugar. A partir de aquí el recién llegado tendrá un nuevo significante de identificación: “nosotros, los bulímicos, anoréxicos, gordos” se convierte en “nosotros, los pacientes del grupo”.

Esta primera aproximación a lo simbólico se da, como decimos, en el espacio del trabajo de grupo del psicodrama. Allí el paciente comienza a hablar, “aparición de la palabra en donde sólo había un símbolo mudo repetitivo”.

VIÑETAS CLINICAS.-

“He subido 30kgr, ya no tengo ni la regla; solo hago que limpiar, y esa sensación de vacío no se me va”. Estas fueron las primeras palabras que Begoña pronunció en su primera consulta.

Mujer de 32 años con dos hijos; una niña de cuatro años y un niño de tres años.

Según Begoña, todo empezó cuando se quedó embarazada por segunda vez; su primera hija era muy pequeña y no “podía” con los dos, “la tuve que dejar de lado”.

Cuando se quedó embarazada por segunda vez, Begoña estaba deprimida, tenía depresión postparto. Siendo despedida del trabajo, precisamente por ser madre. También hablará de que, siendo soltera, ya había tenido un contacto con una probable maternidad; se había quedado embarazada; pero la madre de su novio la “incito” al aborto; su novio y futuro marido no se puso de su lado, apoyando a su madre.

Una y otra vez la misma pregunta: “¿Qué  me falta?”.

De su historia, muy pronto nos relata lo siguiente: “mi padre era esquizofrénico e insultaba a mi madre; no se duchaba y escupía en el suelo, mientras mi madre lo engañaba”; “con tres años yo sentía que le era infiel”.

Cuando rompí con mi novio, mi padre me dijo que me había dejado porque yo era una puta.

Desde los 11 años he tenido que cuidar de mi hermano, recién nacido. “Al mediodía cuando terminaba el colegio me iba a casa corriendo para atenderlo, pero luego lo dejaba solo en la cuna porque tenía que volver al colegio”. “Mi madre trabajaba todo el día”.

A los 18 años encontré trabajo y me sentía independiente; motivo por el cual mi padre me decía que era una puta.

Siempre obsesionada por la limpieza, “cuando mis padres se iban al baile, yo me dedicaba a ponerlo todo en su sitio”.

Nunca  he sido reconocida.

Atracones.-

Empezaron a los 20 años; fue una época muy mala; mis padres se separaron. Yo tenía que sacar a la familia adelante y luego venían los atracones; “eran como un premio”.

“En la actualidad me levanto por la noche y me pongo a comer hasta que ya no puedo más”.

Begoña tiene toda su vida consagrada en cuidar a sus hijos y cuando siente que por cualquier motivo los ha desatendido se siente “una mala madre”. Por la noche todo un ritual a la hora de dormir; ella entre sus dos hijos les da la mano y espera a que estos se duerman. Luego agotada se queda  durmiendo en el sofá; cuando llega su marido a casa cena y se acuesta; apenas tienen vida de pareja.

Después de dos años de terapia individual, se toma la decisión de que forme parte de un grupo de psicodrama.

ESCENAS PSICODRAMATICAS

ESCENA A.-

BEGOÑA.-  han vuelto los síntomas del desorden. De nuevo siento ese vacío que me obliga a comer; siento un gran desorden que no se cómo ordenar; no puedo salir de mi casa si no siento que todo está en su sitio y nunca está todo en su sitio,  así ando todo el día; cuando llega la noche no puedo más y me entra  sensación de vacío y soledad y ganas de ir a tomar el aire. Me siento una mala madre.

Por un lado tengo ganas de salir y dar una vuelta y por el otro pienso que mi hijo se preguntará “¿por qué su madre lo ha dejado tan rápido?”

ANIMADOR.- ¿Dónde te lleva esa frase?

BEGOÑA.- Tengo una imagen que no tiene lógica: “yo acabo de dar a luz en el hospital; limpio a mi bebé y le cambio los pañales;  luego lo dejo en la cuna  y yo me voy a otra habitación, sola y triste”

Estoy recordando que de pequeña mi madre trabajaba 14 horas; ella estaba en la casa de al lado  trabajando, ella cosía, y yo con nueve años me hacía cargo de mi hermano recién nacido. Al mediodía le acostaba en su habitación, pero yo me tenía que ir, dejándolo solo en su habitación, a la escuela.

MIGUEL.- Voy estresado y no puedo llegar a todos los sitios. Pero es una situación que me he buscado yo.

BEGOÑA.- Cuando yo me quedé embarazada por segunda vez mi hija tenía cinco meses ¿La habré dejado un poco de lado? Una madre tiene que estar con sus hijos al cien por cien.

El animador decide representar la escena anterior, debido a la repetición del sentimiento de soledad; primero en ella y luego en su hermano.

Al representar la escena del hospital, la paciente comete un lapsus.  Al construir la escena, ubica dos espacios, de tal manera que ella se queda sentada sola y triste en el espacio que en realidad era la habitación donde dejaba al hijo recién nacido; también al hermano.

El animador le señala… ¿quién es el niño/a?, ante la sorpresa de la paciente, el animador decide cortar la representación.

Después de la representación el yo auxiliar que hacía de hijo dice no haberse sentido querido por su madre.

En ese momento otra paciente, ASCENSION, dice que a veces la madre no recibe a su hijo con alegría: “cuando yo tuve a mi hijo no lo quería. No era un buen momento. Me estorbaba. Tuve que dejarlo unos meses con mi madre para poder terminar los estudios. Ahora me duele y no quiero seguir escondiéndolo”.

MIGUEL (joven homosexual que esta reconciliándose con su padre; un padre muy severo y que no acaba de aceptar la homosexualidad de su hijo).- yo me pregunto en todo esto ¿donde están los padres?

SERGIO.- Yo a veces me paso “cinco pueblos”

ANIMADOR.- ¿Qué es pasarse cinco pueblos?

SERGIO.-  No saber parar; andar sin límites.

BEGOÑA.-.  (llora) estoy recordando que un día mi hermano no se dormía y yo me tenía que ir al colegio. Empecé a pegarle para que llorase y así con el cansancio de los lloros se durmiese. Me sentía triste y muy sola; no sabía qué hacer…

En la escena, cuando Begoña golpea al hermano para que este llore, se escucha llamar a su madre: “¿madre no oyes a tu hijo llorar?”

Muy enfadada se pregunta: ¿Porqué una madre trabaja 14 horas si tiene hijos pequeños? La madre tiene la obligación de descargarle la mochila a su hija.

OBSERVACION.-

Begoña habla de poner orden a un desorden; poner ciertos límites para no pasarse cinco pueblos, como dice Sergio, o  aceptar que no se puede llegar a todos  los sitios como intenta Miguel.

Pero ¿quién pone orden cuando el padre no está y la madre trabaja 14 horas?

Begoña dice que a veces es el hijo, aunque tenga nueve años, quien intenta poner orden, pero  entonces se llena la mochila de responsabilidades, sintiéndose sola y triste.

Tal vez Begoña encontró un recurso: hacer llorar al hermano, pero no para que se durmiese sino para que su madre que estaba en la casa de al lado acudiese y le descargara la mochila; una mochila que solo puede descargar cuando la madre está cien por cien con sus hijos, solo que una madre nunca puede estar cien por cien con sus hijos; lo que le lleva a no poder más y a tener que salir a tomar el aire.

Ascensión, en cambio, pone orden mediante palabras, palabras que reconocen el desorden, lo que no hubo y lo que faltó. También lo que hubo: “una madre-abuela” que le cuidaba a su propio hijo.

Palabras que hablan de sentimientos y que reconocen que a una madre no siempre le viene bien tener un hijo.

ESCENA B.-

BEGOÑA.- El otro día sentada a la mesa con mis hijos me dio una “rabieta de agresividad”; entonces recordé cuando siendo pequeña y estando sentados a la mesa con mi madre, no le podía preguntar cosas que me preocupaban porque ella tenía prisa para comer e ir se a trabajar. En la escena mi hijo me preguntó porque yo estaba siempre enfadada; sentí que él sentía lo mismo que yo de pequeña.

Al representar la escena con su madre y sus hermanos, Begoña exclama: “¡siempre me ha faltado mi madre!”

ESCENA C.-

BEGOÑA.- “estoy embarazada, siento un vacio y necesito poder vivir este momento de otra manera. Cuando mi hija tenía 6 meses me quedé embarazada y no he podido disfrutar de ninguno de los dos. Me quedé embarazada estando en la depresión postparto”.

ASCENSION.- “las carencias que uno tiene, el hijo no las va a solucionar”

ANIMADOR.- propongo representar la escena de la depresión postparto; cómo fueron los días después del parto, la llegada a casa etc…

(En la representación Begoña dice lo siguiente: “necesito que sea maravilloso pero si luego no sucede, es un caos y todo se viene abajo”)

BEGOÑA.- lo que no se ha tenido, no se ha tenido y hay cosas que no pueden volver

MIGUEL.- mi padre no reconoce mi homosexualidad, ¿Qué puede pasar si me digo, si le digo todo lo que yo pienso? Yo intento contentarlo pero no soy claro y siempre me quedo a medias.

OBSERVADOR.- Vacíos, quedarse a medias… que las cosas puedan ser de otra manera.  Ascensión nos dice que las carencias nuestras no las puede llenar un hijo; a lo que Begoña dice tener claro que lo que no se ha tenido no va a volver; aunque al mismo tiempo dice necesitar que la cosa sea de otra manera…. Pero ¿y si luego no sucede como se había imaginado?: viene el caos y todo se viene abajo. No es verdad que no se pudo disfrutar del hijo porque vino un embarazo muy rápido; algo en relación al caos ya había llegado en forma de depresión postparto.

Frente al no reconocimiento por parte del otro ¿qué puede pasar si me hablo o le hablo con claridad?

En este momento los terapeutas se hacen las siguientes preguntas: ¿Es posible que ante la ausencia de palabras claras, Begoña  intente llenar ese vacío mediante la maternidad? ¿Sigue intentando Begoña, en un acto de suplencia, ser la madre que está al cien por cien, sin fallos ni fisuras? ¿Qué cuenta Begoña de sus “atracones”?

En estos momentos vienen las vacaciones y el grupo se despide hasta septiembre; no sin antes contarnos que le  vino la idea del aborto. Un exceso que hay que vomitar.  La escena transcurre en el coche, “mis hijos se estaban burlando de su padre y este no decía nada, tuve que intervenir yo y me puse como una loca”, “a veces parece un huevón”.

BIOGRAFIA.-

1. Lemoinne G. Y P. Teoría del psicodrama. Gedisa. 1996.

2. Baudes de Moresco M. Grupos operativos. Nueva Visión. 1991.

3. Cortés E. Apuntes de psicodrama freudiano. E.C.U. 2004.

4. Baravalle G. y otrs. Anorexia. Teoría y clínica psicoanalítica. Paidos. 1996

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