EL JUEGO PSICODRAMATICO COMO SALIDA ANTE LA ANGUSTIA

 

 

EL JUEGO (psicodramático), UNA SALIDA ANTE LA ANGUSTIA         Enrique Cortés


 

  1. EL JUEGO: “INSTRUMENTO PARA LA CONSTRUCCIÓN DE LA SUBJETIVIDAD”

 

 

Si pienso en el desarrollo desde el origen, es decir desde el desarrollo infantil, ¿no es verdad que al jugar, el niño produce una serie de transformaciones que, al mismo tiempo y por su efecto, lo transforman a él como sujeto? El jugar es para el niño un operador que produce consecuencias.

 

Pero no siempre uno se sube a la escena del juego, pudiendo presentan perturbaciones que podríamos marcar como complejas y graves en su constitución como sujetos de deseo, como sujetos sexuados, sujetados al lenguaje y sus leyes, sujetos con grandes dificultades al contar con una norma o ley que normativice y regule las condiciones del deseo, que son las que van a permitir las relaciones sociales.

 

Hay un hecho clínico: si un niño no se sube al escenario del juego, esto trae como consecuencia una posición como sujeto que lo deja fuera de juego. Lacan en el seminario IV y al hablar de la angustia de Juanito, va a decir que ahí, en ese fuera de juego, sobreviene la angustia.

 

¿De qué juego hablamos?

 

Del juego edípico.

webY como en todo juego, encontramos reglas, turnos, desarrollo del juego, objetivos y jugadores; aquí hay una particularidad y es que hay dos jugadores; la función paterna y la función materna, que por una parte juegan un papel muy importante y por otra son los que van a posibilitar que el sujeto entre en el juego.

 

En este tablero nos encontraremos con casillas que nos detendrán un par de tiradas y otras que nos harán avanzar, movimientos que nos dirigirán, en el mejor de los casos, a una construcción de nuestra subjetividad y esto no sin angustia (ante el deseo del Otro o de separación y también ante el goce), ni sin dolor ante la pérdida.

 

El que el niño llegue a subirse al escenario del juego, va a depender de la oferta y la demanda del deseo del Otro, el cual posibilita y construye las condiciones del juego.

El nacimiento y el advenimiento del sujeto del lado del niño depende en primer lugar de un Otro que asista, responda a las necesidades primarias y cuidados pero  además de que desee que el niño llegue a tener una posición de sujeto, de deseo, distinta y diferente a la suya.

(Movimiento de alienación y de separación).

 

El deseo del Otro motoriza el desarrollo infantil;  ahí está la coyuntura del ser humano, porque para poder constituirse y humanizarse, se está atado a que haya un Otro que desee su humanización y que además le enseñe, le brinde las condiciones para poder desear y subirse al escenario de la cultura. ¿Cómo lo hace?

 

Lo hace a partir de producir espacios y tiempos de encuentro de juego. La transmisión de las leyes de la cultura (leyes del lenguaje), de aquello que podemos denominar como aprendizaje en sentido amplio. La apropiación de esas leyes, se produce a partir de estos intercambios primordiales, primarios, que no son innatos sino a construirse una y otra vez bajo la lógica de la repetición.

Y todo esto no es sin angustia, no es sin el dolor de la pérdida.


LA ANGUSTIA es constitutiva y constituyente para el sujeto, porque señala y permite una serie de operaciones que están al servicio de la separación respecto a la demanda del Otro y su goce. La angustia es un motor para el sujeto, en el intento de alcanzar una cierta posición de corte y diferencia respecto a un deseo ajeno y al poder sostenerlo en nombre propio. La separación con el deseo del Otro, nos lleva a la  constitución como sujeto diferente del otro, y en ese intento de constituirse el niño se encuentra con preguntas sin respuestas, con silencios donde no caben palabras, con un real, momentos de angustia, que debe ser simbolizada.

 

La angustia también denota y denuncia un punto de imposibilidad de la tramitación de la pulsión de muerte y aquí nos surge otra pregunta; ¿Cómo hacen los niños durante la infancia para vérselas con esa imposibilidad? Freud nos dice que la actividad central es la del juego. El juego nos ayuda a tramitar lo que no se puede alcanzar; lo que nos lleva una vez más a enfrentarnos al deseo del Otro. Así pues, repito, la angustia es estructural y constituyente.

 

La angustia puede presentarse frecuentemente, de varias maneras: muda, ciega, sorda. Suele pasar desapercibida para muchos educadores, padres y pediatras. O bien hacer ruido y mostrarse bulliciosa, despertando una y mil noches, atropellando o invadiendo espacios o no pudiendo entrar o salir de ninguno, resistiendo a los aprendizajes primordiales y los controles de los circuitos pulsionales, transformando los intercambios con el Otro en pesadilla.

 

Una de las caras preferidas de la angustia en la infancia es el aburrimiento. Se instala en la escena del mundo cotidiano infantil, trae berrinches, tristezas, apatías.

 

Pero la angustia no solo tiene una función de motor y facilitador, también tiene la posición de poner al sujeto en cuestión para que se caiga y quede fuera de juego. No obstante es importante recordar que los llamados estados angustiosos de la infancia son constituyentes y constitutivos y universales.

Se trata de sostener la angustia, mejor dicho su función,  porque así tiene la oportunidad de transformarse en angustia constitutiva y constituyente y relanzar la función del deseo. Si la respuesta a la angustia no se da simbólicamente, una de las respuestas psíquicas posibles es el desarrollo de una fobia, como recurso de salida constitutiva para la angustia del niño. La construcción y el desarrollo de una fobia es una de las respuestas defensivas inconscientes para los fenómenos de corte, suspensión, interrupción o herida del juego primordial en la infancia.

 

Freud habla de una angustia automática que viene a anticipar un peligro que está por venir.  La angustia se anticipa a un peligro por venir, no es ante la pérdida, sino ante el peligro que esa pérdida pueda llevarle o conllevarle a la persona.

 

La angustia automática se trataría de una angustia que:

 

  1. – Es desbordante.- la energía entrante desborda el aparato psíquico.
  2. – Es inesperada, sobreviene de pronto, se siente fuera de juego
  3. – Es avasalladora, el aparato psíquico del ser se siente avasallado
  4. – Está en relación a lo traumático del yo, es frente al peligro de desintegración absoluta.
  5. -Deja sin recursos

 

 

Entonces, la angustia en Freud anticipa un peligro por venir. En Lacan, este peligro por venir tiene un nombre preciso, y es que falta la falta. Es decir, que falta aquello que nos humaniza, que son las leyes del lenguaje y que entonces sea posible aquello que dichas leyes prohíben e imposibilitan: lo incestuoso y el asesinato primordial.

 

 


No podemos olvidar que la angustia es un afecto y es ahí donde la podemos localizar. En el seminario VI, El deseo y su interpretación, Lacan nos dice que el afecto es algo que se connota en una cierta posición del sujeto por su relación al ser en tanto que en el interior de ese simbólico representa una irrupción de lo real perturbador. Es decir, el afecto se presenta en relación al ser como un real perturbador y se encuentra en el interior de lo simbólico, interrumpiéndolo, poniéndolo en cuestión, haciéndolo vacilar.


II. LA ANGUSTIA MAL DE LA SOCIEDAD

El juego como salida ante una sociedad y su discurso, los cuales dejan en fuera del juego al niño, porque la preocupación es hacia lo real del desarrollo, hacia su rendimiento (orgánico, lenguaje, aprendizaje).

Es por eso que nos encontramos cada vez a más niños angustiados debido a que se subraya, en relación a ellos, la importancia del gran Otro social, en relación a lo real de su desarrollo y no a lo simbólico, y mucho menos en su imaginario del desarrollo.

Son tiempos donde los adultos están absolutamente angustiados y preocupados por el futuro.

 

¿Quién privilegia la importancia del juego y de jugar en estos tiempos? Son tiempos donde la demanda, necesaria para motorizar el desarrollo infantil, se ha transformado en exigencia superyoica y la angustia de los niños no se hace esperar. En un tiempo en que los adultos no saben qué enseñarle a los niños o qué transmitirles para su futuro laboral, el juego cae y con él la subjetividad.

 

En nuestra época es más proclive la angustia que en otros momentos históricos. Ahora la incertidumbre está sobre “la mesa” y el discurso capitalista ataca el lazo social y promueve el individualismo.

La percepción que tiene el hombre moderno es la de que no hay garantías, todo es incierto y esto crea angustia. Hay una relación proporcional entre el no saber, la incertidumbre y la angustia. Ahora frente al antes, no tenemos seguridad en relación a la cuestión paterna ni a la cuestión del matrimonio.

Frente al todo es posible está el contrapunto de “nunca es suficiente”

 


DUELO;

al comienzo,  para Freud en el lactante, angustia (imposibilidad de separación) y dolor (ante la pérdida que produce la separación) no están diferenciados. Solo más tarde, dice Freud, cuando se produce una novedad, pueden diferenciarse. ¿Cuál es esta novedad? La novedad es la representación, la construcción de la representación del objeto madre. Esto quiere decir que lo fundamental no es que los bebes tengan mamá, aunque haya una señora que se ocupe muy amorosamente de él, o un señor y muchos otros. Al comienzo hay un otro real que debe llegar a posicionarse como otro simbólico (la función madre), una posición simbólica que debe llegar a advenir para el bebé. Es interesante en este primer tramo, como el juego es lo que permite este pasaje de otro real a un Otro simbólico.

 

Si recordamos el juego del carretel, allí el niño juega a separarse de la madre (Lacan dice que el carretel no es tanto el representante de la madre, sino que él sea el que se separa como objeto del Otro), el punto es que él juega a esta separación de la madre, mientras espera a que la madre le venga a dar de comer, porque si no viene la madre a darle de comer, se muere. Entonces, sigue la dependencia. Él mientras tanto, practica cómo separarse, como construir un camino hacia el futuro, entre otras cosas.

 

El lactante aún no puede precisar la diferencia entre la ausencia transitoria y la pérdida duradera. Hacen falta repetidas experiencias consoladoras hasta que aprenda a que una desaparición suele seguirle una reaparición. La madre hace madurar ese discernimiento tan importante para él ejecutando el familiar juego de ocultar su rostro ante el niño y volverlo a descubrir para su alegría.

 

Y aquí nos topamos con otro de los pilares del psicodrama freudiano, que es el duelo. La verdadera reacción de un hombre frente a la pérdida es el dolor. Y el trabajo psíquico que responde para poder amortiguar el dolor frente a una pérdida y el agujero que inscribe en lo real dicha pérdida, es el duelo. Y por esta vía es que la angustia encuentra salida.

 

El dolor de la pérdida como salida ante la angustia

El duelo es el trabajo psíquico, simbólico, que nos va a permitir darle una razón y una medida a lo perdido, permitiendo que no todo el ser se pierda, sino algo que sea posible de intentar ser nombrado. Solamente podemos limitar y precisar el dolor, qué es lo que nos duele, si lo simbólico hace su trabajo.

Ahora bien, ¿cómo el niño hace para poder separarse del Otro -del que depende absolutamente- y esto no sin dolor? La angustia sobrevendrá frente a que el peligro de esta separación no se dé. La separación siempre es dolible y aliviadora, cuando se puede llevar adelante.

Freud lo dice con todas las letras cuando nos dice que el niño solo puede perderse y perder al Otro en el juego. Solo en el juego y es jugando que la pérdida vendrá con un dolor amortiguado. Un dolor que se amortigua gracias a la transferencia y al  traspaso del afecto.


III. JUEGO Y PSICODRAMA (posibilitar la falta)

Como psicodramatista, me pregunto cuál es el efecto de la representación en nuestras sesiones.

 

Los Lemoine recogen el juego del carretel del nieto de Freud para dar cuenta de su efecto en el psicodrama, de cómo, a partir de él, el niño entra en el mundo simbólico, pudiendo hacer algo con lo perdido.

Ahí la riqueza de la simbolización, puerta que nos posibilita el juego o representación psicodramática.

 

El juego va ser el camino que posibilita el que se le pueda dar salida tanto a la angustia, como al duelo.

¿Cómo? Posibilitando la falta y por ende el deseo. No es empujándole al éxito es poniendo la alternativa del no éxito, simplemente como opción.

 

La paciente estaba angustiada ante la duda de matricularse o no, de la última asignatura que le quedaba y que ya hace algunos años desistió en aprobarla. Ahora, de nuevo le surge la idea de volver a matricularse y de nuevo le viene la angustia: “¿y si a mitad de curso vuelvo a abandonar…?”; el analista le responde que esa es una opción entre varias y que no debe descartarla; al principio la paciente se sorprende, ella esperaba un “seguro que puedes…”; pero lo que recibe es la opción de que a lo mejor no se puede… y estas palabras la desangustian.

 

El juego, posibilita que se pueda hacer algo con ese Otro sin fisuras, al mismo tiempo que se  construye un yo invulnerable, un cuerpo seguro y protegido por el sentimiento heroico, por las condiciones de no-peligro real que el juego implica. Allí el fantasma de su muerte no será peligroso, será inofensivo ya que en el juego puede procurarse su desaparición, su ausencia. Puede perderse y volver a presentarse sin peligro de muerte efectiva o ausencia definitiva. En el juego, el Otro real del que depende absolutamente, puede sufrir corte, heridas, mutilaciones, desgarramientos, una y otra vez de nuevo, sin que la amenaza real e imaginaria de la separación y sus peligros se realice.

 

En el juego, podrá entrenarse para la soledad, corriendo todo tipo de pesares injustos, victorias, derrotas, desamparos, proezas, ya que es un “como si”. Los bordes del juego funcionan como límite y protección frente al afuera del juego.

Ahora bien, hay una cosa que condiciona al juego, son sus reglas, todo juego tiene unas reglas, que pueden saltarse o no pero las tiene y ellas serán las que le dan cualidad simbólica.

 

En el psicodrama, el paso de la narración al juego ya posibilita la función simbólica. Es un espacio constituido por tres espacios interrelacionados: el espacio del grupo o de la palabra donde la fragmentación da el paso a los rasgos singulares; el espacio de la representación, donde se da un recorte a la narración y donde salen a escena los afectos y el espacio del otro, con el cambio de roles y las elecciones, donde se da un nuevo corte que afecta a la pregnancia identificatoria y a la posición subjetiva en la escena. Todo este espacio psicodramático, está regido por normas y limites que delimitan el juego.

Pero también se pregunta Freud, ¿Por qué habría de trasponer al juego lo desagradable, lo impresionante, lo doliente que implica perderse y perderlo al otro? Porque de esta manera puede precisar, acotar, limitar la pérdida y amortiguar y ahorrarse económicamente el dolor. Además de esa manera abreacciona la densidad de la impresión, puesta al servicio de la descarga de la intensidad de dicha impresión. El juego abreacciona la intensidad de la impresión, amortigua, hay una transferencia, un traspaso en el monto de afecto hacia el juego y de esta manera el niño se adueña de la situación. Se hace agente de la situación. El juego está al servicio del dominio yoico, es decir, de la reintegración narcisista.

 

El juego permite la distribución -y ahí hay una función económica del juego- que pone al afecto a circular, en movimiento. Al mismo tiempo, permite ligar lo no ligado, porque es aquello que va construyéndole puentes al afecto, representantes representativos donde poder ir circulando. De hecho, psíquicamente podemos decir que llamamos  juego a este movimiento de circulación. Hay juego cuando hay circulación afectiva y cuando hay construcción de representaciones para que el afecto circule.

 

Decíamos que el juego está al servicio de la separación, interrogando-se en relación a qué se era en relación al deseo del Otro, por eso hay una función analítica en jugar, porque justamente el sujeto construye sus versiones. Pero al mismo tiempo, se separa de eso; ese “ya no lo soy” lo que permite dar una respuesta a la falta en el Otro.

El juego tiene la misma función que el duelo al nivel de la estructura, por eso es que el trabajo del duelo y el trabajo del juego se articulan en la infancia. El juego permite, entonces, perder y perderse, amortiguando el dolor de dicha pérdida, salvaguardando al sujeto de la angustia que le conllevaría quedar atrapado en las fauces del goce del Otro.

 

Tal vez, Freud habla por primera vez de la representación en Hans, de cómo Hans construye un juego que le permite afrontar la angustia. En el episodio en el que el niño ve caer un caballo que pataleaba y cree que había muerto; ahí el padre va a interpretar que podría estar hablando de sus deseos: los deseos de que él (el padre) muriese. Entonces Hans toma el rol de caballo, salta, corre y muerde al padre, Freud comenta que Hans ha hecho un cambio de rol; él es el caballo y muerde al padre. Es decir, hace activamente lo que en realidad teme sufrir pasivamente: el ataque del padre. Y al mismo tiempo también realiza un deseo: atacar vengativamente al padre.

El efecto de esta representación, posiblemente lo podemos ver ahí donde el padre comenta que últimamente viene observando cómo Hans lo desafía, sin embargo, ahora con alegría… “quizás porque ya no tiene miedo de mí/el caballo”.

 

De lo que no tenemos duda es que el juego nos construye, y sobre esta cuestión habla Freud en construcciones en el análisis y nosotros en “construcciones en el psicodrama” (1)

 

 

 

  • Cortés Enrique “Cerrando el círculo” construcciones en psicodrama, (pg. 45). Edit. Alborán 2019

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  • Cortés Enrique “Cerrando el círculo” construcciones en psicodrama, (pg. 45). Edit. Alborán 2019

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