EN LA ACTUALIDAD, ¿LO GRUPAL ESTÁ EN CRISIS?
(¿Cómo puede influir el psicodrama en esta crisis y en concreto en el grupo familiar?) Enrique C.
El mundo actual empuja al individualismo, esto tiene una sencilla explicación. En tanto que hay una exigencia hacia la masificación, al pensamiento único, todo aquel que no comulgue con la masa será segregado, en ese sentido lo singular de cada cual se vive como algo que viene a marcar la diferencia en negativo. Es decir, si todos somos iguales, el que es un poco diferente será segregado. Porque se segrega lo insoportable, lo más extraño e inadmisible que nos habita, y a veces no son solo ideas, sino que segregamos ese goce que nos resulta extraño e insoportable.
Y es el miedo a ser segregados que hace que nos cobijemos en la masa, que miremos al grupo con miedo, con resquemor y a cierta distancia.
En la actualidad la masa tiene el objetivo de taponar lo insoportable, el malestar que nos causa el vacío, mediante sustancias, amos, vendedores de humo, vínculos tóxicos…
No hace mucho, aunque parezca lo contrario, estuvimos confinados durante cien días y fue entonces cuando nos dimos cuenta de la importancia del otro.
El encuentro con el Otro
Desde siempre, el encuentro con el Otro ha sido una experiencia universal y fundamental para nuestra especie.
Según dicen los arqueólogos, los primeros grupos humanos eran pequeñas familias o tribus de treinta a cincuenta individuos. De haber sido más numerosas, su nomadismo habría perdido rapidez y eficiencia. De haber sido más reducidas, la autodefensa eficaz y la lucha por la supervivencia les habrían resultado más difíciles.
He aquí, pues, a nuestra pequeña familia o tribu vagando en busca de alimento. De pronto, se topa con otra familia o tribu y descubre que hay otras personas en el mundo. ¡Qué paso significativo en la historia mundial! ¡Qué descubrimiento trascendental! Hasta entonces, los miembros de estos grupos primordiales, que deambulaban en compañía de treinta o cincuenta parientes, habían podido vivir en el convencimiento de que conocían a toda la población mundial. Pero resultó que no era así; que también habitaban el mundo otros seres similares a ellos y sin embargo diferentes, otras personas. Pero ¿cómo actuar frente a semejante revelación? ¿Qué hacer? ¿Qué decisión tomar?
¿Debían arremeter contra esas otras personas? ¿Mostrarse indiferentes y seguir su camino? ¿O, más bien, tratar de llegar a conocerlas y comprenderlas?
Hoy afrontamos la misma opción que enfrentaron nuestros antepasados hace miles de años. Una opción no menos intensa, fundamental y categórica que entonces, es decir nos seguimos haciendo la misma pregunta: ¿Cómo debemos comportarnos con el Otro? ¿Cuál debe ser nuestra actitud hacia él?
Todo esto demuestra el fracaso del hombre, que no es otro que nuestra torpeza, bien porque no sabe o bien porque no quiere, a un entendimiento con el Otro.
Pero en el fondo de la cuestión, es que el Otro no es sino un espejo en el que nos contemplamos, un espejo que nos desenmascara y nos desnuda, cosa que todo el mundo prefiere evitar.
Así pues, en el encuentro con el Otro, nos enfrentamos a tres posibilidades: guerrear, aislarnos o encontrarnos con el Otro, que no es más que encontrarnos con nosotros mismos.
A lo largo de la historia, la humanidad nunca ha cesado de oscilar entre estas alternativas. Ha optado por tal o cuál de ellas, según los tiempos y culturas cambiantes. Salta a la vista que, en esto, la humanidad es voluble, no siempre se siente segura, no siempre pisa suelo firme.
Afortunadamente, en todo nuestro planeta hay pruebas abundantes, aunque dispersas, de una experiencia humana de cooperación.
Me refiero a los restos de puertos, ágoras, santuarios, plazas del mercado; a los edificios, todavía visibles, de antiguas academias y universidades; a los vestigios de rutas comerciales como el Camino de la Seda, la Ruta del Ambar y la de las caravanas que atravesaban el Sahara, y, sin duda, a esta reunión que en estos momentos se está dando en esta sala.
En todos estos lugares, las personas se reunían, y se reúnen, para intercambiar ideas y mercancías. En estos lugares, «El Otro» dejó de ser sinónimo de algo extraño y hostil, peligroso y letalmente maligno. Descubrieron que cada uno llevaba dentro un fragmento del otro.
¿El problema es cómo abordar al Otro? ¿Cómo acercarse al Otro, cuando no se trata de un ser hipotético, teórico, sino de una persona de carne y hueso que pertenece a otra raza, que tiene una fe y un sistema de valores diferentes, que tiene sus propias costumbres y tradiciones, su propia cultura?
Aquí es fundamental la lengua, porque primero viene el lenguaje y luego el pensamiento, y como hablamos diferentes idiomas también pensamos de diferentes maneras; con lo cual lo primero a lo que hay que atender si queremos relacionarnos con el otro es a respetar su lengua, su forma de expresarse. Por eso mismo el diálogo, aunque no imposible, exige de sus participantes grandes dosis de esfuerzo, de paciente tolerancia y de voluntad de entendimiento y de compenetración.
La conciencia de que, al hablar con otro, tengo delante a alguien que en ese mismo momento ve y comprende el mundo de manera diferente a la mía, Resulta fundamental a la hora de crear la atmósfera para un diálogo positivo.
Pero al mismo momento el otro, en tanto que es diferente a nosotros lo vivimos con desconfianza, inseguridad y miedo.
Escuchaba a un tertuliano decir que mientras no había salido de su país, no había tenido conciencia de que era blanco y que solo cuando se encontró en África, sintió qué significaba ser blanco.
Los otros proyectan luz sobre nuestra propia historia.
La cultura, se vuelve cada vez más híbrida, heterogénea, pero siempre mantiene ese punto de originalidad, ese punto de diferencia con el Otro. Hace unos días contemplé una foto, por la orilla del mar, en Dubai, caminaba una muchacha, sin lugar a dudas musulmana. Iba vestida con un pantalón vaquero y una blusa muy ceñida, pero al mismo tiempo, su cabeza aparecía cubierta, su cabeza estaba envuelta en un chador herméticamente atado que ni siquiera se le veían los ojos.
Este nuevo otro surge del encuentro de dos corrientes contradictorias: la globalización de nuestra realidad y la conservación de nuestra diversidad y singularidad.
Para el Psicoanálisis sabemos la importancia que tiene el otro.
¿Qué nos pasa con la mirada del otro?
Es aquel que, en el estadio del espejo, cuando miro mi imagen, me giro para que la mirada de ese Gran Otro me verifique que lo que acabo de ver soy yo; así pues, es un otro que me da una identidad.
Este Gran Otro del estadio del espejo es mamá; el Gran Otro materno que me da un valor estructurante y simbólico.
Pero ese Otro no siempre me mira a mí, a veces mira hacia otro lado, hacia otro que no soy yo; padre, hermano…de forma muy simplificada podemos decir que ese acto es interpretado como que “aquello que desea mi mamá no soy yo”; con lo cual yo deseo ser ese otro, pero al mismo tiempo es mi rival; es un otro que se vive con hostilidad, el extraño, el extranjero, alguien que viene de fuera y con quien compito… y así será para siempre.
Ahora bien, si no estuviera el tercero, en “discordia”, quedaría atrapado en el goce mortífero del Otro. La subjetivización, el ser sujeto depende de esa terceridad.
Ella me va a introducir en la cultura, en el vínculo con el otro.
¿Al Psicodrama freudiano, lo podríamos definir como un encuentro con el otro?
No es sin el otro que pueda haber grupo y por lo tanto vínculos; pero al mismo tiempo, parece ser que vivimos una época en la que no parece fácil establecer lazos.
En la obra de Antoine de Saint-Exupèry , cuando el Principito invita al zorro a jugar: “No puedo jugar contigo -dijo el zorro-No estoy domesticado”. El Principito le pregunta qué significa domesticar, a lo cual el zorro expresa: “Es una cosa demasiado olvidada… Significa ‘crear lazos’…si me domesticas, nos necesitaremos el uno al otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo…Domesticar remite a hogar, a aprender a vivir con otros, a pertenencia, a acción humanizante, y cuando este proceso no es posible el resultado es el aislamiento y soledad; como en la historia de “El Principito” el zorro buscaba establecer lazos en medio de cazadores armados con fusiles. Las condiciones actuales, marcadas por la desigualdad, la fragmentación social y la violencia, constituyen un desafío a este proceso.
La propia pertenencia a un grupo abre la posibilidad del encuentro.
Nosotros necesitamos de un grupo, que normalmente llamamos familia, que nos cuide y nos enseñe a sobrevivir. Aquí tenemos en cuenta, por ejemplo, qué solo en relación con otros es que aprendemos el lenguaje, tan fundamental para nuestra psique. No podemos, tampoco, olvidarnos de mencionar la importancia del apego, el vínculo con un otro significativo que nos aporta seguridad, posibilita la exploración y el aprendizaje y favorece el desarrollo social… Es también en relación con otros cuando aprendemos sobre nosotros mismos.
Si nos centramos en este primer grupo, el familiar, y desde ahí nos preguntamos como pode intervenir desde el psicodrama freudiano; nos centraremos en las carteristas fundamentales del psicodrama freudiano, para poder dar respuestas.
- Es una terapia en grupo (no del grupo)
- Las escenas para representar no son escenas fabuladas, sino vividas por el protagonista.
- Está sostenida por la identificación del otro
A). En cuanto a que el psicodrama es una terapia en grupo y no del grupo, nos subraya el objetivo fundamental, la subjetivización, la importancia del individuo como ente particular y originario, el cual es gracias a las diferencias con el otro y no al contrario, lo que acarrearía la construcción de una masa con su líder.
En el grupo familiar se cuece todo; el amor y el odio, la rivalidad con la autoridad y con la fratria, es ahí donde se va a dar el comienzo de todo.
Tanto desde el lugar de padres, como de hijos y/o hermanos; en familias, además que ya no son las tradicionales sino familias que se constituyen a partir de otras familias; de hecho, creo que cabría preguntarnos:
¿Qué es una familia?
Antes, aparentemente, era todo más sencillo, ahora la realidad se ha hecho más compleja, con la aparición de las llamadas familias” mixtas”.
Antes se criaba en comunidad, ahora las familias están mucho más aisladas y esto puede conectar con el título de las jornadas, de si el grupo está en crisis y de la utilidad de los grupos y del psicodrama como espacio de conexión.
Para el psicoanálisis ¿qué es una familia?, Recién leí de un tal psicoanalista Melman. “Que la familia no es un sujeto, tampoco es un objeto, más bien es un cuerpo, si una parte del cuerpo sufre, es el conjunto el que está en peligro, si uno de sus miembros perece, es el conjunto el que llora”.
Esta es una visión de la familia como un conjunto, pero a nosotros nos interesa la subjetividad de cada uno de los elementos del grupo; más allá de que, lógicamete, cada uno de los elementos influirá en los otros.
En la reconstrucción familiar, cada uno de sus miembros se ve envuelto en un proceso en el que tendrá que encontrar, constantemente, su lugar. Tendrá que inventar nuevos puntos de referencia simbólicos, puntos de referencia que han sido perturbados por los cambios que se van produciendo en el grupo familiar y que, hasta ahora, estaba estructurada de una manera. En este contexto, nos preguntamos si ¿se podrá mantener la propia identidad y los vínculos familiares a través de estos constantes cambios? ¿Es posible diseñar puntos de referencia comunes en materia de familia y de filiación, colocando a cada persona en el orden genealógico y en el vínculo social, respetando la pluralidad de elecciones y situaciones concretas posibles a través del desmatrimonio?
En la familia los vínculos se crean por la alianza de lo biológico, lo social y toda la experiencia subjetiva que constituye la historia personal de cada persona. Sin estos tres elementos, el biológico, el social, el subjetivo y también el deseo inconsciente, no habría humanidad. La familia está simbolizada por una palabra que se transmite de generación en generación. El sujeto, desde su nacimiento y antes, es parte de una historia, de significantes que lo estructurarán.
Actualmente muchos jóvenes no viven con ambos padres, y muchos padres no viven con sus propios hijos. Hay un nuevo conjunto de padre o de madre y con hijos que no están biológicamente relacionados con él y a quienes considera medio hermanos o hermanas o incluso como sus hermanos o hermanas.
Pero hay algo que sigue manteniéndose: las subjetividades de cada uno de ellos.
B). En nuestra práctica, las representaciones y las puestas en escena solo conciernen a episodios realmente vividos por la persona que los evoca.
El participante, mediante su palabra, en el discurso que pronuncia, pasa necesariamente por el filtro de su mito personal, por una versión de las cosas que se inscribe en lo que llamamos “novela familiar”.
Este “ready-to-speak”, listo para hablar, entre el sujeto y su pasado, es lo que nos interesa.
El psicodrama y la novela familiar están íntimamente vinculados y esta última está orientada de tal manera que primero nos hacemos cargo de esta conexión, para luego permitir al participante una descomposición más o menos completa de las versiones actuales de su propia historia.
Es importante tomar en consideración que el mito familiar se desarrolla secuencia a secuencia, relato a relato.
Tendremos que ver como ese espacio privado del participante se desarrolla y tiene lugar en el espacio de la sesión: como el espacio público de la sesión y el espacio privado del participante se anudan, se desatan y se entrelazan.
El psicodrama no solo señala el hecho de repetir o re-escenificar elementos del escenario parental, connota también el hecho de haberlos modificado, de haberlos orientado y utilizado en un cierto sentido, propio del participante.
En el psicodrama, el sujeto se encuentra con una realidad nueva, no prevista; donde los personajes de su pasado (de su historia individual) se presentan sobre una mirada nueva, lo que conduce inevitablemente a interrogarse sobre su novela familiar.
Desde este posicionamiento, en la construcción de los relatos se entreve los diferentes vínculos que atraviesan las historias de los protagonistas, las vicisitudes de los mismos, las pertenencias que han ido jalonando sus trayectorias y forjando sus subjetividades. El análisis de los relatos permite identificar tramas vinculares significativas, tanto aquellas más cercanas como los vínculos familiares y de amistad, como las pertenencias grupales, comunitarias e institucionales.
Y esto nos lleva a la tercera característica;
C). El psicodrama se basa en las identificaciones con el otro, lo que ya nos vendría a respondernos a la pregunta sobre si el psicodrama posibilita el encuentro con el otro.
En el juego de las elecciones entran en juego todo el engranaje identificatorio; pero además poder ocupar el lugar del otro, el hijo el del padre y este el del hijo, posibilita una nueva mirada de gran angular; poder escuchar al otro es poder escucharse a si mismo y a la inversa.
Surgen historias nuevas y siempre presentes, de la actualidad y de generaciones pasadas.
Un padre que quiere hablar del problema que tiene con su hijo y que termina hablando de las relaciones que él tenia con su propio padre, es un padre que le está contando su problemática a su propio hijo; en ese momento son dos hijos escuchándose y para ello, en ese momento, el vínculo que había entre ambos ha tenido que cambiar.
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