EN BUSCA DE LA PROPIA IDENTIDAD

LA INFANCIA, LAS PULSIONES Y LA SEXUALIDAD *

 

Desde el psicoanálisis, intentamos dar respuesta a la realidad. Para ello las respuestas que nos damos a las preguntas sobre los temas de actualidad, no deben estar teñidas de cuestiones ideológicas.

El sistema de creencia se diferencia de la lectura que nos aporta un saber. Por eso Lacan recurrió a formalizar los conceptos, para que no queden en lo que cada uno cree, porque desde ahí el debate no tiene ninguna posibilidad de salida.

 

Respecto de la infancia, las creencias influyeron e influyen el modo en que se trata a los niños. Así, en determinadas épocas, se creía que en la infancia no había sexualidad, los niños eran inocentes, angelitos sin sexualidad.

También existía la creencia de un niño que no sabe nada.

Freud le dio estatuto al niño cuando le dio la palabra. Esa fue la gran revolución de Freud, lo revolucionario fue darle la palabra al niño.

 

Pero el psicoanálisis no solo le da la posibilidad al niño de aportar su palabra, sino que con ello también se le daba la posibilidad de ser escuchado.

 

¿Qué implica y qué implicó decir que el niño tiene sexualidad? Vamos a hacer algunas distinciones para la clínica.

 

Lo primero que hay que decir es que Freud dice muy claramente que sexualidad no es genitalidad. No puede definirse la sexualidad por la genitalidad ni por los caracteres primarios y secundarios. ¿Con qué concepto Freud plantea esta posición? El concepto clave es la pulsión.

 

En Tres ensayos, lo que ocurrió fue que Freud colocó, entre la infancia y la sexualidad, a las pulsiones. Freud dice que el ser humano no busca su objeto de satisfacción, no busca su goce buscado por el instinto. Esto es lo que sigue discutiendo hasta hoy. Y hace una distinción profundamente disjunta entre instinto y pulsión.  Freud no dice que la sexualidad humana tenga que ver con el instinto, sino que justamente para hacernos humanos perdemos el instinto.

 

¿Qué quiere decir que perdemos el instinto? Quiere decir que la ley que regula el goce humano no tiene la característica que tiene el instinto animal. No tiene nada de natural. ¿Y cuál es la característica del instinto? Que el objeto y fin de su satisfacción están predeterminados y orientados por la naturaleza. A la vaca no se le ocurre pedir un menú para saber qué pasto va a comer. Tampoco va a sufrir bulimia ni anorexia. La vaca sabe cuál es el objeto que le va a dar satisfacción. En cambio, la pulsión se caracteriza por un objeto para el goce que es profundamente contingente. No está trazado por la naturaleza.

 

Freud dice algo aún mayor: dice que cada agujerito de nuestro cuerpo goza, es decir, se erogeniza. Y que esa excitación de cada uno de los agujeros del cuerpo erogenizados no tienen un objeto justo y adecuado para satisfacerse. Con lo cual, se trastoca completamente la naturalidad. No nos alimentamos con lo que nos hace bien y es sano. Tampoco dejamos de fumar porque el cigarrillo es tóxico. No vamos a mirar lo que es adecuado ni escuchar solo lo que es adecuado para el volumen de nuestros oídos, ni vamos a defecar justo y claramente en el lugar adecuado. Las características de los goces de cada uno se van a guiar por lo que Freud llama una tensión constante, que en la lengua de nuestro tiempo es “Quiero todo y lo quiero ya”.

 

Las pulsiones, además, van a responder a una gramática que no se condiciona con el agujerito. Es decir, puede que comamos con los ojos…nada es natural. Ni la fuente, ni el objeto. Perdido el instinto, con la pulsión no sabemos para donde ir.

 

Podemos pensar que en la realidad el niño ni es libre, ni elige. Y no elige porque está alienado a la demanda del Otro. Al nacer somos demasiado prematuros y esto hace que lo que tomemos para erogenizar nuestro cuerpo, nos venga ofrecido por el Otro.

Es el Otro quien va a interpretar nuestras necesidades y al hacerlo va a invertir la demanda diciendo que es el niño el que quiere: “quiere comer, quiere ir a la cama…” La demanda que viene del Otro es inconsciente, lejos de lo natural; el Otro interpreta las necesidades del viviente, que es prematuro y no puede decir nada. El Otro interpreta y gotita a gotita va erogenizando el cuerpo del niño, el objeto de satisfacción viene, pues, del campo del Otro. Entonces el niño elige según la demanda del Otro.

 

En la actualidad con los derechos del niño y al decir que el niño sabe y tiene derecho a elegir, se está partiendo de la teoría llamada vitalismo: creer que el niño puede elegir libremente. Cualquier intento de torcer lo que el niño quiere, será acusado de no respetado y además desde ahí se le ofrece neutralidad. Por ejemplo, no se le ofrece una pelota de fútbol a un varón o una muñeca a una niña; entonces la demanda del Otro puede ser que el niño sea “ni”.

Toda oferta es una demanda y la oferta de información que se le da al niño, también es una demanda. Nosotros lo podemos hacer por su bien, pero la concepción que tengamos del niño va a incidir en su modo de tratarlo.

 

¿De qué manera el Otro aliena en su demanda a través de la erogenización pulsional?

El Otro no solo estimula la fuente erógena en el cuerpo, indicando líneas para los goces oral, anal, escópico, invocante y fálico—El Otro también introduce mandatos y órdenes de cómo gozar.

Ahora se duerme, ahora se come de determinada manera, se viste de determinada manera, caminar de tal otra… Estas órdenes de cómo mover el cuerpo, de adonde dirigir el cuerpo, en el inicio son percibidas por el niño como mandatos. Son mandatos de goce y tienen una legalidad diferente que lo pulsional para ordenar los goces del cuerpo.

 

Lo pulsional tiene la característica de la perentoriedad, intento de satisfacción inmediata, contingencia del objeto… el mandato del goce que viene del ideal superyoico, son mandatos que no toleran que se goce de otro modo que como se indica según el ideal. Esos mandatos son los que generan la intolerancia.

 

Por ejemplo, cuando alguien mata para conseguir droga, está comandado por la pulsión, y ante este empuje no puede parar, pero esto es distinto de aquel que mata por un ideal superyoico.

El Otro, entonces, no solo erogeniza y produce un cuerpo pulsional, sino que también dicta los mandatos de goce.

 

El Otro nos proporciona una imagen en la cual nos reconocemos. Nos da un espejo en el cual mirarnos y nos vamos a percibir en ese espejo del Otro. No hay autonomía en la percepción de la propia imagen.

Nos vemos tan lindos como nos dijeron, tan gordos como nos nombraron etc.

 

Se trata de la demanda del Otro encarnada en el cuerpo del niño.

 

Que la incidencia del otro marque los agujeros del cuerpo, la erogenización del cuerpo, ¿Quiere decir que uno está destinado y determinado absolutamente por el Otro? El Otro oferta, el Otro anticipa y propone al niño ser varón, ser nena, ser ni, cómo gozar etc. PERO el sujeto responde al Otro.

Podemos pensar, incluso, que responde en el sentido de la sumisión, pero lo importante es ver el sujeto no es idéntico al niño. El niño es el niño que el Otro le propone ser y el sujeto, como respuesta, introduce un trazo singular. Con cada respuesta del sujeto, se hace una marca, como si necesitara decirle al Otro, “no soy identico al niño que me propones ser. Cada trazo da existencia al sujeto.

 

De este modo, el Otro espera al niño y le demanda que sea su fantasma. Pero donde se espera al niño, se puede hallar al sujeto. Ahí es fundamental apelar a la lógica que debe operar para que pueda haber respuesta del sujeto.

Para que haya respuesta del sujeto, es necesario que el Otro done un intervalo donde pueda haber algo que no sea idéntico. Es responsabilidad del Otro real introducir un intervalo, un espacio, en el goce que propone. Es lo que llamamos castración, incompletud.

 

¿Qué pasa si hay respuesta del sujeto?

Con cada respuesta, se inicia un movimiento temporal. Si en la respuesta no hay identidad o si en la respuesta que se le puede dar a la demanda del Otro es, por ejemplo, escupir alguna vez la comida que la madre le da, el síntoma puede ser una respuesta. Algo diferente al goce que el Otro me demanda ser.

 

Aquí podemos diferenciar entre sexo, sexualidad y sexuación.

El sexo es lo real con que nacemos, no son solamente los órganos genitales, sino lo hormonal, cómo funciona nuestro cuerpo acorde al sexo con el que nacemos. Todos nacemos con un sexo o varón o mujer. Eso es el sexo, lo real.

La sexualidad, es la marca que la demanda del Otro deja en el cuerpo del sujeto. Podemos tener un goce de la mirada, un goce de la oralidad, un goce de lo anal o de lo fálico…Pero tenemos que doferenciar sexualidad, que no se reduce a genitalidad, del sexo que es real. La sexualidad no es libre, es lo que cada uno puede hacer con eso.

Finalmente, está la sexuación. Decirse hombre, decirse mujer; la sexuación es la respuesta del sujeto a la demanda del Otro.

Sexo, sexualidad y sexuación son tiempos que reclaman operaciones para poder encontrar respuestas y poder hacer elecciones.

Es el Otro el que le imprime son su demanda el espejo con el que se ha de ver el niño. Los tiempos del sujeto implican redistribución de los goces y eso depende de que el Otro done un intervalo, un tiempo de espera, donde el sujeto puede dar respuesta.

 

Es lo que Lacan llamó Nominación. Lamentablemente nuestro tiempo va en dirección contraria, se dice “no me definas que me etiquetas”. La nominación puede ser una etiqueta, pero solo si no se da el intervalo.

Pero sin nominación, no hay libre elección, ni margen de respuesta en el sujeto.

 

Si no hay tiempo de redistribución de goces, uno puede quedar fijado, sin salida. Si hay un tiempo de goce retenido, si no se puede aceptar la pérdida del goce lo que nos impulsaría encontrar otro tipo de goce, entonces nos quedamos estancados al deseo del Otro. En la clínica vemos como hay niños que no hablan porque tienen la boca ocupada con la teta a libre demanda, nadie llega a besar los labios de un partenaire si sigue tomando la teta de la madre.

La diversidad, la variablidad, busca el objeto contingente de goce en cualquiera de los agujeritos. No necesariamente en el cuerpo de otro. Se puede buscar en el otro del mismo sexo, en el cuerpo de un niño…Esta fue la revolución freudiana, cuando plantea que nuestra sexualidad no es normal. Que el objeto lo podemos buscar en cualquier lugar. Que no está predeterminado.

 

*Resumen del libro “El niño en análisis y el lugar de los padres” de Alba Flesler

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